miércoles, 30 de julio de 2008

Ofrenda

GALERÍA URBANA
31 de Octubre de 2007
Año 01, núm. 14
Por José Manuel Ruiz Regil


En el altar de mi recuerdo se materializan los objetos que en vida de mi padre tuvieran relación directa con él, y que ahora en la dimensión de su trayecto, evocan su presencia y despiertan el sabor de su aroma; caricias de presencia que el duende de la noche acerca para honrar, sopeadas en un “Splash” de Sanborns, las enseñanzas del viejo que se ha ido.

La pipa labrada en madera blanca descansa sobre un terciopelo color miel. Se desprende quizás, la imagen de un Whitman enclaustrado en volutas de maple. El papel picado color transmutación la soporta y da un efecto visual cálido y profundo. Las oquedades de la hoja sugieren la imagen de una catrina fumadora tumbada junto a un tronco en el jardín. Más hacia atrás en la disposición de las gradas que construyen esta ofrenda multicolor, cascadas de cempasúchil incendian mi memoria. Como lotos de iluminación y epifanía evocan los instantes, los momentos, y las etapas en que su sonrisa, retratada fielmente en esa fotografía enmarcada en oro, fuera acicate, compañía y cómplice de innumerables ocurrencias.

Salpicados los Posada de losa sobria, entre varas de durazno en flor, reposan el Pan de sal que le hiciera la tía Luisa, los tamalitos rosas de dulce, las tostadas de pata, los vuelvealavida del puesto en Cuauhtémoc y Puebla, los cayos de hacha, las donas y los tostados de mi abuela, el pastel embetunado de fresa, las tortas del Biarritz, las malteadas de La vaca negra, los taquitos furtivos de la esquina de Alfonso Reyes, el pozole de esa fonda caminera sobre anillo interior, el Tehuacán, las Pillas dietéticas y el Ginger Ale. Todo, aderezado, en un figurado cajón de sastre, con sobrecitos encarnados de “Sweet and low” o pastillitas de sacarina.

Más al fondo, en tradicionales cazuelas de barro descansa la cabeza de un lechón preparado en “honor del Licenciado”. Traído y especialmente escogido para homenajearlo desde el rancho de Jorge Perea en Acaxochitlán, Puebla.

Dispuestos en aparente capricho, relicarios exhiben con desenfado premeditado los relojes, anillos, mancuernillas y botones que orlaban su elegante presencia. Especial lugar merece el anillo de matrimonio y el pin de hilo roji-negro de la Barra Mexicana de Abogados. Ambos símbolos de su vocación: el amor y el servicio.

Hacia el cuadrante superior izquierdo de la ofrenda, muy a la orilla de la tercera repisa, cubierta con papel de china color amarillo, se levanta su imagen gentilmente ceremoniosa al depositar en manos del Dr. Ignacio Burgoa una placa conmemorativa por el apadrinamiento del programa radiofónico Bufete Jurídico, en su XV aniversario. Al centro del retablo, colgado en la pared, un collage que hiciera yo mismo, echando mano de mis primeros trucos publicitarios. El encabezado reza: “En las cosas más padres siempre estás tú”. Y remata su imagen recortada sobre blanco con cámara de video al hombro recogiendo las memorias familiares.

Recargado sobre el marco, una edición de pasta dura de olor antaño de las Cartas de Lord Chesterfield a su hijo Stanhope, uno de los pocos títulos que no sólo me recomendara leer, sino que casi me obligara como consecuencia de mi mal comportamiento. Junto a éste, un juego de plumas Sheaffer plateadas. Más abajo, en la segunda repisa, rodeado de cassettes, un par de grabadoras portátiles, y una cámara fotográfica, se ve un legajo de cartas que ostentaran su barroca caligrafía. Se alcanza a leer “Con el amor de tu padre José Manuel”.
Calaveritas de dulce con las iniciales “JM”; de chocolate con la leyenda: “Lic.”; de amaranto, con el familiar “Manolo”. Todos estos apelativos a los que respondiera con un diligente “¿Mándeme?”y una sonrisa dispuesta. Mientras se develan las reliquias -fotografías mayormente hechas por él- su voz acompaña el recorrido saliendo de una bocina colocada debajo de la estructura. Bienvenidas, consejos y cálida orientación da a las personas que en él confiaron, a través de la radio y los expedientes legales. Queda en medio del Desiderata y un búho de granito, el oficio mugriento de un cliente que recuperó su tierra siguiendo sus consejos.

Esparcidas entre audífonos, micrófonos, extensiones, cables, convertidores, pilas recargables, plumas multiusos, grabadoras miniatura, grabadoras standard, grabadoras jumbo, discos compactos y otras maravillas tecnológicas, se asoman fotografías de diversos tamaños en blanco y negro y a color donde aparece él como Universitario, junto a los colegas Tristán Canales y Chucho Bermejo; tomado del brazo del Licenciado Ogarrio; en Tequisquiapan con su entrañable amigo de aventuras periodísticas y policiacas Gabriel Alvarez; en primer plano vestido de gabardina gris en el Pont Neuf con la Tour Eiffel al fondo; en el foro de las Naciones Unidas representando a México durante el gobierno de Luis Echeverría; otras de años anteriores luciendo torso juvenil en el frontón trasero de la Tintorería la Estrella; de su padre y de su madre; abrazando a mi madre; de la familia Ruiz Regil en San José Purúa, en Agua Blanca, Caracha, Disneylandia y Careyes; todos reunidos en el cuarto de T.V. en la casa de la Colonia Campestre Churubusco; montado en la moto negra en C.U. ; con los Rotarios, en la ceremonia de entrega a los premios de la Asociación de Radiodifusores del Distrito Federal; con los compañeros de la Comisión Nacional Bancaria y de Seguros; con mi madre en la convención de Seguros la República en Acapulco; con “El Oso”, Lic. Alejandro Rea, con Mario Guinea y Juan Antonio de Arrieta; con los Canúl y sus primas Reme, Beba, Virgina y Mayo; con sus compañeros del ITAM. Todas tambaleantes, casi animadas por la luz ambarina de las veladoras dispuestas en redondo.

Recargado en el ángulo recto que hace la primera repisa y su respaldo, yace su último pasaporte visado en San Antonio en Diciembre de 1994, su cédula profesional de abogado y su licencia de locutor tipo “A”.

Recorriendo la parte superior de la estructura descubrimos un par de tirantes de cuero dispuestos en X y un largo cinturón de piel de cocodrilo (que alguna vez nos propiciara dulces sueños) vencido por la irregularidad de su cintura. Hacia la base de la escenografía un par de zapatos negros tipo bostoniano y unas pantuflas llamadas “Jiffis”.

Podemos imaginarlo velando su propia ofrenda vistiendo pijama y bata de seda azul marino. Sentado en un reposet con el control remoto de la T.V. entre los dedos de la mano izquierda. Su ronquido nos hará saber que está cansado y se ha dormido hasta el próximo año en que volverá a decirnos: “¡¿Quiúbole?!”

Descanse en paz. Lic. José Manuel Ruiz Castañeda. Padre amoroso.

Publicación quincenal físico-virtual editada por momentum eclosión multidisciplinaria
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