miércoles, 30 de julio de 2008

Entelequia genital

GALERÍA URBANA
1 de Febrero de 2008
Año 01, núm. 20
Por José Manuel Ruiz Regil


“cuando los líderes de los países entiendan que las mujeres son su principal recurso natural y la energía primordial de la vida misma, las mujeres serán aquilatadas y respetadas". Eve Ensler

Shht... eso no se dice. -¡Por eso! Da pena. -Pena le debería dar no hablar de ello. -Es que es feo. Grosero. Sucio. -Qué va a ser. ¡Bueno ya! -Si. Ya. Basta de hacerse la desentendida. Usted tiene una. -¡Y a usté qué le importa, si es macho?. – Mucho.

Pie descalzo; desnudez. Negro atuendo; anonimato. Síntesis dinámica entre el erotismo delirante y la muerte por resignación. Celebración sensual de la existencia, exequias del orgasmo. Cada una de las mujeres que la han representado desde el año 2000 en México (cincuenta y nueve hasta ahora, entre actrices, comunicadoras, cantantes, sexólogas, periodistas, bailarinas, mujeres de la política y activistas sociales) ha transitado la ruta de la autonegación, el abuso, la ignorancia, y también del gozo y el paroxismo vulvar, solidarizándose con las miles de féminas que en todo el mundo todavía no saben qué significa ser persona; mucho menos ser mujer. Pero también con aquellas que lo saben bien. Y no están dispuestas a negarlo.

En Sudáfrica una mujer es violada cada 26 segundos. Una de cada tres mujeres ha sido golpeada o violada. En Filipins se estima que 300,000 mujeres son prostitutas. 130 millones de niñas han sido sometidas a mutilación genital. Son más de 400 las muertas en Cd. Juárez.

Si es cierto que el humor es negro o no es, entiendo que nos cause tanta risa la desventura. Los monólogos de la vagina permite, entonces, que la venturosa catársis sane esos espacios que preferimos ahogar como polvo bajo la alfombra, y que en la oscuridad del teatro podemos barrer.
Repudiada desde su estreno por grupos oscuros de moral dudosa. Calificada como “irreverente” ¡Qué mejor reconocimiento que este! Diríase lo mejor de la crítica para una obra de arte. El ejercicio de la cuarta pared es irreverente por naturaleza. De no serlo, se volvería panfleto.
Esta obra cuya primera puesta en escena fuera un unipersonal que desarrolló la propia autora en 1996 en el Here Arts Center de Nueva York, tuvo el Premio Obie a la mejor obra teatral de la temporada en 1997, y el Premio Guggenheim de Teatro en 1999. En México ha sido vista por más de 800 mil personas, quienes hemos podido constatar que para representarla hace falta mucho más que habilidad histriónica. Implica un compromiso personal y social.

Entre las más destacadas actuaciones se encuentran las de Diana Bracho, Silvia Mariscal, Irene Moreno, Jane Fonda, Salma Hayek, Sally Fields, Christine Latí, Lilia Aragón, Nuria Bages, Rosangela Balbo, Rocío Banquells, Alejandra Barros, Pilar Boliver, Mónica Garza, Andrea Legarreta, Diana Lein, Laura Luz, Joanydka Mariel, Beatriz Martínez, Anabel Ochoa, Dominika y Ludwika Paleta, Dalilah Polanco, Jana Raluy, María Rebeca, Patricia Reyes Spíndola, Adriana Roel, Stephanie Salas, Irasema Terrazas, Yolanda Ventura, Sofía Alvarez, Ana Karina Guevara, Andrea Legarreta, entre muchas más de igual mérito.


Desfile de intimidades públicas que conforman el día a día de una sexualidad soterrada, desde su enunciación polisémica hasta la representación de fragmentos de una realidad perversamente chusca. Anécdotas jocosas, tragedias innombrables, prejuicios inveterados. Reflexiones que ponen el dedo en la llaga del humor, y descubren el velo de la irracionalidad disfrazada de obediencia. Caras distintas, voces que revelan otras voces, cuerpos que encarnan el dolor y el placer. Asunción, negación, apropiación, expresión o sofoco. Niñas, adolescentes, mujeres maduras y ancianas que viven o han vivido divorciadas de su genitalidad y de la pérdida de identidad provocada por los estereotipos de género; lo que propicia el abuso y la degradación de la dignidad humana, a través del sometimiento a ideas y cánones que las han mantenido como objetos de placer, negando absolutamente, su calidad pensante, emocional y espiritual; cosificándolas y reduciéndolas –reduciéndose- a su mínima expresión: el sexo.

“Pelos”, monólogo donde la protagonista expone su sentimiento de vulnerabilidad y desvalor a partir de una, aparentemente, mínima concesión hacia su pareja. El precio de la libertad a cambio de un pubis pelón. “La inundación”, relato profundamente castrante; reflejo de una absoluta falta de autoconocimiento; una paradoja de fluidos contenidos. “El taller de la vagina”, una exquisita sátira llena de reminiscencias New Age, y aderezos de psicoterapia Gestalt. “¿Por qué le gustaba verla?” Un acto sublime de reconocimiento y contemplación que dignifica y embellece la relación carnal, devolviéndole su aura poética y tierna en complicidad del ojo masculino. “Mi vagina era mi aldea”, un acto de reconciliación con una misma; una manera de concebir el cuerpo como un templo donde se resguarda la conciencia más abyecta; validación del onanismo reivindicatorio. “Mi vagina está furiosa”, discurso emancipatorio contra la industria cos-médica. Manifestación univocal que denuncia la cosificación ginecéica. “La paparrucha en el país de las maravillas”, atroz recorrido hacia la recuperación de la inocencia luego de un largo periplo de vejaciones. El éxtasis lésbico es elemento catalizador de sanación. “Reconquistando el coño”, uno de los momentos cumbres de la obra; apología semántica, imantación fonética llena de cacofonías que se desgranan en su literalidad, a la manera de Apollinaire. “La vagina que amaba hacer felices a otras vaginas”, una parodia de explotación mujeril; compasión y redención, a través de un acompañamiento que promete compensar del abuso machista a las indefensas y asustadizas mujercitas, a cambio de dominación y gozos sinónimos. “Yo estaba allí”, testimonio autobiográfico de la autora del día en que nació su nieto. Instantáneas de un parto en abuela creciente. Retrato de la más satisfactoria sonrisa vertical.
Platillos principales del bufete ginofílico cuyo postre es una sinfonía de gemidos que harán vibrar al público más circunspecto, ya sea por identificación, nostalgia o aspiración. Abanico que va desde el advenedizo escalofrío al “petit mort” espasmódico. Tarea escénica que demanda una gran fortaleza física, o al menos apela a la habilidad pluriogásmica de la intérprete.
Esta entelequia genital de Eve Ensler, producida por Morris Gilbert y espectáculos OCESA, podrá verse todos los días de la semana en el Teatro del Hotel NH, Zona Rosa. Hasta la próxima.

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