miércoles, 30 de julio de 2008

Jardinería poética

GALERÍA URBANA
5 de Julio de 2008
Año 02, núm. 30
Por José Manuel Ruiz Regil


Acordaron encontrarse en el parque poco antes de las 11 a.m. para preparar el tinglado (sonido, tendidos, sillones, despachadores, sillas, agua, café, vino inteligente cosecha de la casa, libros y otros estimulantes menos biológicos y más estéticos). Todo estaba planeado, pero también todo iba a ser una gran improvisación. El jazz de la vida los había reunido en el tiempo preciso, para que cada quien hiciera su solo; sonando armoniosamente al formar el ensamble multidisciplinario que encendería ese 5 de Junio, en el Jardín Fátima de la Colonia Irrigación, la flama creativa de la renovación. “En la intimidad de tu parque”, su nombre.

Con la apertura que se requiere para hacer que las cosas sucedan, la iniciativa de Blanca Roth (poeta y actriz) de crear un espacio de poesía y música en un parque, para estimular la sensibilidad y la creatividad de los paseantes, fue adoptada inmediatamente como primer proyecto del grupo creativo sin nombre aún, iniciado por Gustavo Oñate (productor-fotógrafo), Manolo Regil (cantautor), Anna Oñate (diseñadora-fotógrafa), y Joel Quesada (productor), ambos productores y distribuidores de las postales Glypho –si las ves, cómpralas- a los que se sumaron, convencidos de que hay que hacer cultura a cualquier precio, Eric Marvaz (fotógrafo y poeta), Griselda Ruiz (artesana y cultora de orquídeas Veracruzanas), Ana Nieblas (poeta y promotora cultural), María de Jesús Villalpando (poeta y editora de Ehéccatl editor), Emilio García (poeta) y Andrés Lhima (Diseñador industrial), quien nos hizo caer de nachas en sus sillones ecológicos rellenos de PET y forrados de ese tapiz plástico característico de las bolsas de mercado. Con asas y todo. Símbolo de una mexicanidad turística “¡super nice!”. Cada uno aportando su voz, experiencia y talento para el logro de este sueño urbano.



Hacia las 11.30 a.m. se inauguró formalmente el espacio. Lo que significa que el megáfono ocupó el follaje de silencio inercial de la mañana para convocar a los paseantes. Los acordes de guitarra cayeron sus párpados a la voz del cantautor, seguidos por la voz de los poetas. Las sillas dispuestas a lo largo de la jardinera comenzaron a ocuparse por curiosos del oído y gozosos de la palabra. Como respaldo de una a otra orilla de las ramas colgaban versos blancos que la poeta Roth había instalado en un tendedero con pinzas para ropa, con la intención de que la gente se los llevara al pasar.

La primera ronda inició con Ana Nieblas. Su palabra despertó en los asistentes emociones normalmente postergadas para la noche y la intimidad. Sin embargo, el aplauso demostró que no hace falta lo oscurito para que el cuerpo sienta. Luego Ma. de Jesús Villalpando con su tono súbito a veces; otras, guerrillero, abordó temáticas de corte social con humor y ojo crítico. Hay que leer su poema “Bonsai”. La mañana de aquel sábado, cruzaba el parque hacia la iglesia, un hombre deportivo paseando un Pastor Alemán en correa. A pesar de su aparente exilio cultural, su atención no escapó a los versos. Como no lo hizo tampoco la de la enfermera que instaló a su pacientito en su silla de ruedas a unos cuantos metros del escenario. Ni la de aquella otra parejita que como que no quiere la cosa, entre besito y besito, algo comentaban también.


Un túnel de latitudes instalado por Gustavo Oñate, proyectaba la inocencia de la guerra en Irak, en una presentación fotográfica que captaba los rostros de la infancia detrás de los misiles. Paisajes de fantasía recortados por la magia del diseño. Sobre la jardinera de arrallanes un cilindro de papel kraft atenuaba la luz de la canícula anticipada, e invitaba al “voyeur” a asomarse dentro para descubrir el misterio. Hacia medio día, los que pudieron ir en paz saliendo de la iglesia, se fueron. Pero quienes prefirieron turbar su santidad se instalaron con sus trajes de quince años en las mesas-tableros de ajedrez, y echaron una partida a los sentidos. La cultura hizo enroque a su sensibilidad y no dudaron en regalar un aplauso luego de mover al peón para celebrar una actuación o algún final de verso.

Emilio García, detrás de su penumbra leyó con su acento andino ingeniosas reflexiones que no por estar revestidas de tanta cotidianidad dejan de ser profundas. Al contrario, resalta su agudeza filosófica y la reviste de ordinario haciendo de sus versos cápsulas de gran intensidad reveladora y acción prolongada. Al tomar la palabra, Blanca, revivió en sus versos emociones vividas tiempo atrás, algunas relacionadas con la vida de pareja, y otras con la búsqueda individual, pero todas amarradas al instante de vivir con pasión cada segundo, pues ante la incertidumbre del tiempo, lo que queda es presente. –“¿Qué es la poesía?” –preguntó Iker, de 5 años. Los extremos de la vida clavaron sus miradas en esa pregunta inocente. Con el micrófono en la mano Blanca remontó al origen y remató su explicación citando a Bequer: “poesía eres tú”. Con lo que el niño pareció conforme. Por un rato. Eric Marvaz compartió su poesía en prosa, en cuyas parrafadas se entreveran fantasías parecidas a las de un jardín tropical donde florecen espejismos. Los nombra soledad, ausencia, ilusión, Griselda.

Entre el verso y el obturador el artista de la luz captura momentos. Luego de un par de canciones y tres o cuatro cuentos breves de Regil, aplausos y agradecimientos, se da por concluida esta primera intervención de jardinería poética. El pequeño que había estado cavilando la respuesta pide la palabra. Su experiencia del evento es contundente, y desde su asombro participativo comparte: “La poesía es el parque. Es todas las cosas que hacemos”. Ante esas palabras el éxito es rotundo. Las representantes delegacionales, sensibles al evento, promueven el “encore”. Los asistentes intercambian arrobaspuntocom con los participantes. Surgen nuevas inquietudes, se organiza la comida. Todos ponen una mano para desvestir el parque. Entre miradas se afianza la complicidad. Los abrazos rezuman ideas para otros días. El grupo sinnombre sigue gestando su bautizo.

Hasta la próxima. (Fotos: Marvaz)

La verdad planchada

GALERÍA URBANA
15 de Junio de 2008
Año 02, núm. 29
Por José Manuel Ruiz Regil


Sobre el mostrador, dentro de una vitrina a la vista de todo público, cautivos en un conglomerado de espejos sin azogue que multiplican el original creado por Disney, doce pinochos de distinto tamaño y material mantienen la misma sonrisa inocente del diseño original. El característico copete negro, el gorro con la pluma ajustada a la cinta, la corbata de moño y el peto rojo. De plástico, “foamy”, madera, incluso de latón como el que hace de mango de campana en esa miniatura. Todos ellos han sido regalos de los clientes a los dueños de la tintorería que está en las calle de Enrique Rebsamen casi esquina con Luz Saviñón en la Colonia Narvarte, y lleva el nombre de tan entrañable personaje. De Italia, Orlando, Michoacán, y otros lugares sus clientes han traído al muñequito. Confían en que el personaje les inspire a decir la verdad, y con eso asegurar la línea recta de sus pantalones.

El dolor es temporal, el honor es para siempre

Es el lema de los gladiadores que se disputan el título de campeón mundial. Y me pregunto si será tan codiciada la fajilla con el grabado del calendario azteca reluciente como el cheque que la acompaña. Invitados por High Profile Radio tuvimos acceso al área de prensa de la sala de armas de la Magdalena Mixuca. Mismas por las que se pasaron a todos los contendientes del torneo de artes marciales mixtas de esa noche, promovidos por la empresa Maxfights. Patadas voladoras, ganchos hepáticos, mandíbulas partidas, codos, rodillas, mentadas y hasta sacadas de lengua. Todo se vale. Un deporte en el que confluyen pasión, técnica, agallas y resistencia al dolor. El que menos, salió con un ojo morado. Cuando no la nariz rota o el rostro desfigurado. Al centro de la nave el ring conforme a la más estricta tradición, con sus cuerdas elásticas color azul, rojo y blanco, representando, irónicamente, los valores de libertad, fraternidad e igualdad. Al centro del cuadrilátero un hombre canoso ataviado de etiqueta, alargaba las vocales en el micrófono, pronunciando los motes y apellidos de los luchadores. Nuestro interés era ver al Lord Kadillac. Su fama de Don Juan ya había picado anzuelo en el corazón sanguinario de nuestra compañera productora. Ibamos decididos a apoyarlo para defender su título mundial de campeón invicto. Atleta afroamericano de más de 200 libras que pelearía contra un Nacional oriundo de Tepito, no menos pesado, aunque sí más alto y amenazante. Característica que no obstó para que el Witaker de los macanazos se le lanzara a los pies, derribara a aquel Goliat arrabalero, y lo inmovilizara en menos de dos minutos, ganando el encuentro por sumisión, según el código técnico del arte de ganar dinero magullando al semejante. Siempre me ha parecido absurdo, quizás, hasta poco civilizado celebrar el encuentro de dos “seres humanos” que están ahí para golpearse mutuamente, pero entiendo que alguien tiene que pagar los platos rotos de tanto resentimiento social. Y para eso está la industria del Knock Out, del madrax legalizado, del jugar el papel de chivo expiatorio para que los demás no nos saquemos las tripas en la esquina. Y al parecer no es suficiente. Declarado campeón estallan las bocinas de la arena al ritmo de regaeton. Gesto que caracteriza al alegre y pacífico A-K41 de carne y hueso importado de San Diego. Suben al ring tres chicas a hacerle coro y festejar su triunfo. La afición aplaude, rechifla, grita, ríe. Baila con su campeón quien como talismán ondea nuestra bandera de Nacional y nos dedica su triunfo.

T.V. en botón

Parece que ha sido tal la abundancia de carcasa electrónica en los últimos años que sus moléculas se hubieran diseminado por el aire, cual polen en la primavera de la era virtual. (¿o tal vez debiera decir en el ocaso de la era industrial?) Pues en plena banqueta, sobre el callejón de Aldaco, detrás del edificio colonial que antaño ocupara el Colegio de las Vizcaínas, crece un árbol de televisiones. No digamos ya un árbol, sino un arbusto, cuya fronda ha dado en brotar una, dos o tres cubiertas de cinescopio, pantallas en botón de idiotizante fruto. Mi entrenado juicio me hace pensar que estarán sobrepuestos esos cascajos plásticos, mas a unos pasos, puedo ver la insistencia de aquella nueva especie floral. Diríanse semillas arrojadas a las jardineras, cubiertas de PC, cascarones de CPU´s, monitores ciegos pidiendo ser regados por electrones de sol. Botánica híbrida que la inepcia para reciclar ha mutado, transformando los bulbos biológicos de orgánico pistilo en bulbos de vidrio y filamento de tungsteno. Haciendo del follaje urbano basureros electrónicos integrados al paisaje.

Prismas de Newton Por Marváz

El museo El estanquillo que está sobre la Mixup de Madero en el centro histórico. Tiene una muestra de Gabriel Vargas (Familia Burrón), Rius (Eduardo del Río) y algunos otros caricaturistas mexicanos. Ojalá puedan ir a verla. Esta es una pequeña muestra de lo que podrán encontrar. No olviden cooperarse con algo en las alcancías del museo ni de subir a la terraza, ya verán por qué se los digo... Si desean la copia de una foto en tamaño natural, para imprimir en poster, sólo escríbanme diciendo cuál y se las envío. mar_vaz@live.com.mx>

El golem de Juan Hernández

GALERÍA URBANA
1 de Junio de 2008
Año 02, núm. 28
Por José Manuel Ruiz Regil


En la casi esquina de Bulgaria con Miguel Laurent, en la Colonia Letrán Valle, hay un robot que anuncia gustoso su oficio. Mofles, dice la banderita blanca con letras rojas que ondea constantemente, accionando su muñeca por una adaptación hecha a un motor de limpiavidrios. Su cabeza está hecha con un silenciador y sus ojos, dos remates de escape con un par de focos rojos de bicicleta insertados en sus oquedades. Su nombre es Igor. Algún parentesco ha de tener con el hombre de hojalata que llegó a Oz, sólo que éste ya casi echa raíz sobre la llanta de automóvil que es su base. Viste de acuerdo a la época del año. En primavera, usa overol de mezclilla, camisa a cuadros y gorra de beisbol, y en diciembre se solidariza con la histeria navideña y se calza un gorro de Santa Claus. Juan Hernández lo inventó. Es el dueño del negocio. Y seguramente, como hizo Judá León en mítica sinagoga, también instruye a su Golem con la ilusión de un día evitarse la fatiga. Mientras aquel trabajosamente logró aprender a barrer y nunca pudo hablar, este saluda al transeúnte y suelda torpemente algunas piezas cuando Juan no está. Paciente, día a día, repite su rutina, aprende los secretos del oficio, cultiva la ilusión de que un mañana le permitirá a él crear su propia ayuda a quien enseñará a menear la manita, reproduciendo en la siguiente generación las enseñanzas de su dios.

www.areametro.com.mx

Es un portal en internet a manera de revista cultural cuyo fin es difundir las propuestas creativas y estéticas que surgen en las diversas disciplinas del arte. Fundada por el Ing. Antonio Beltrán, inicialmente, como un sitio donde el público podía subir sus videos experimentales y compartirlos con una red de aficionados para retroalimentar sus experimentos, después se extendió a mostrar ejemplos literarios, musicales, plásticos, e integrar la cartelera de cine y teatro, así como noticias arrancadas a ojo de pájaro como resultado de andar con los sentidos alerta para –no buscar, sino encontrar- los lenguajes, ideas y proyectos que resultan atractivos y cuya factura garantiza la experiencia de contemplación y belleza reflexiva tan urgente en estos días.

Allí encontrarás el link a los poemas de Billy Collins (video-animación), un excelente poeta Norteamericano, laureado con el premio Mark Twain de humor en la poesía; lo mismo que el vínculo a la página web del pianista Mexicano Mauricio Nader, el catálogo de compra y/o renta de películas ligado a Amazon.com, una deliciosa selección de videos de humor donde aparecen Jaques Tati, los hermanos Marx y Charles Chaplin, por ejemplo; crónicas urbanas, reseñas periodísticas, novedades, la propuesta de desarrollo del talento en las empresas a través de la creatividad, y una gran cantidad de otras propuestas que no sólo enriquecerán tus navegaciones por las páginas culturales y artísticas de la red, sino que te permitirán interactuar y acceder a espacios individuales que podrás crear a partir de tu imaginación y gusto por el diálogo, lo simbólico, la metáfora, como puedes comprobar en www.exvoto.com, donde se ofrece la posibilidad de crear y subir tu propio exvoto e invitar a tus contactos a que lo visiten y hagan lo mismo. E incluso la creación de tu página web como una tarjeta de visita.



Este proyecto no está ajeno a las inclemencias de la economía y para que continúe y se posicione como requiere es necesaria tu participación. Puedes hacerlo a través de inserciones de anuncios, donativos en moneda o en especie, en colaboraciones y en vínculos con asociaciones y/o empresas que consideres pueden interesarse en apoyar un proyecto de esta naturaleza.

Nos ha faltado equipo para videar algunos reportajes que se enriquecerían mucho con este recurso. Así es que si quieres prestar, rentar o donar una cámara de video digital, bienvenid@. Haz tuyo este proyecto también. Y ya entrados en gastos, Galería Urbana está en las mismas. Sólo hemos anunciado que es una publicación físico-virtual y se ha quedado en lo virtual. Ya cumplimos un año y sería muy positivo poder imprimir la colección de los 24 primeros números.

Hamelin de asfalto

Angel Sixtos es heredero de la tradición musical de su abuelo Pilar Sixtos Ramírez, de origen Mije, quien dirige la banda del pueblo en el Estado de Oaxaca, y enseña música en la comunidad. Pero este nieto es más lírico y toca el clarinete. Y aunque tiene asegurada la chamba de viernes a domingo en las tocadas de su barrio en Los Reyes, La Paz, no se conforma con eso, y como un Hamelin urbano ronda las colonias del centro del Distrito Federal, con su mochila a cuestas, despertando con su aliento los ánimos del vecindario. Su dominio del instrumento es parecido al de quien ha aprendido a manejar un automóvil o a apearse a un camión. Por sus pausas y florituras a lo lejos pude confundirlo con algunos aires de música Colombiana, pero al acercarme descubrí que tocaba el corrido de Juan Charrasqueado.

Juan se llamaba y lo apodaban Charrasqueado,era valiente y arriesgado en el amor,a las mujeres más bonitas se llevaba;de aquellos campos no quedaba ni una flor.

Con ese mismo aplomo del héroe mítico, el músico de asfalto suelta mariposas con sus dedos abriendo, y cerrando las llaves de su instrumento, queriendo recoger también las flores del desierto a cambio de una pincelada de humor.


Hasta la próxima.


Visita el blog de José Manuel Ruiz Regil a través de www.areametro.com.mx entérate del movimiento www.miercolesitinerantesdepoesia.blogspot

Obleas

GALERÍA URBANA
16 de Mayo de 2008
Año 02, núm. 27
Por José Manuel Ruiz Regil


Mejor que la construcción que paga mal y exige mucho, o que la mesereada en Chalco, de donde es oriundo, es hacer tres horas de camino hasta la Delegación Benito Juárez con una olla de aluminio colgada a los hombros, llena de obleas; recorrer a pie de inicio a fin las calles tranquilas de la colonia del Valle o Nápoles con sus casas grandes de arquitectura californiana y esas enormes jacarandas que lilan sombra y aroman los camellones; sonando la campana Pavloviana, que apenas es un rizo de acero, y despierta con su agudo tintineo el reflejo antojadizo de la media mañana o la media tarde. De andar sereno y confiado, con la inercia de veinticinco años en el oficio, Juan, Juan González, sonríe bajo la visera de su cachucha raída. Su rostro bronceado por el sol, también se muestra sorprendido por el cambio de hábitos de la gente. “Antes llegaba acá a las 8 ó 9 de la mañana y de aquí allá, en dos cuadras ya había acabado. Ahora tengo que estar un día por acá, otro por el WTC, y otro por Taxqueña. Y cuidarme de los polis que luego nomás se acercan y quieren que les de. Pero como ellos vienen en coche y yo a pié, cuando veo que vienen por un lado yo camino para el otro. Y ya luego se cansan”. Las obleas que prepara su esposa cada noche con la mezcla precisa de anís, amaranto, harina y mantequilla forman un semicírculo perfecto, y cubren exactamente las dos mitades de la olla. Como un Bonzo peina las calles, repitiendo la letanía del antojo; sonando la campana de la serenidad. Invitando a compartir el pan de la paciencia; comulgando las distancias, hasta el día de la última cena.

Musi-cletos

Donovan fija al otro lado de la canastilla el tirante que sujeta la caja amplificadora de su guitarra. Carga en hombros la mochila militar donde lleva la Washburn y los cables repartidos en las otras bolsas. Julio pedalea con el Sax a la espalda por las calles empedradas de Coyoacán. Elegido el restaurante, ofrecen 3 ó 4 Standards de Jazz antes de hacer rodar el cuevanito entre las mesas. Lo que se recolecta va a la bolsa general y luego es repartido entre los dos músicos para afrontar cada uno los gastos que generen sus necesidades de estudio y/o seducción. Vecinos del barrio por partida doble, pues además de vivir en la colonia y andarla en bicicleta, estudian en la Escuela Nacional de Música que está en Xicotencatl, Col. Del Carmen, prueban suerte y ganan unos pesos recorriendo los muchos restaurantes de la típica zona colonial del sur de la ciudad. Guitarra y sax entre manubrios y cadenas. El ensamble crece según las necesidades de la tocada. Requisitos: Además de buen oído, tener bicicleta y buen equilibrio.

Anfibia

¡Qué privilegio ir montado en dos ruedas! Con los pies en los pedales, girando la manivela de la vida a voluntad. Sin presión ni competencia. Ninguna ley sobre mi ruta más que el albedrío. Ningún punto de referencia más que el propio. Freno. Regreso. Doy media vuelta. Camino en reversa. Las manos agarradas al manubrio comandan travesía, reflejo impredecible de mis laberintos mentales.

Me muevo de aquí a cualquier parte, por cualquier lado. La anfibia es extensión de mi cerebro, mis brazos, mis piernas, mis sueños. Su inercia obedece a mi peso. Me soporta. Lo mismo da si guío por la banqueta o por el centro de la calle. Mi bírula es medio de transporte, lenguaje, compañera. Su cadena está ligada a mi imaginación. Pedaleo, arriba abajo. El mecanismo de pensar se activa. La mente va girando con las ruedas. Hay más hallazgos dentro que fuera; más caminos que recorrer en la fantasía; horizontes avistados entre los rayos de sus ruedas, donde poder ir más lejos que esta realidad, y, quizá, más rápido.

La llamo anfibia porque a la vez que es animal de tierra también lo es de aire. Difícil distinguir la frontera entre elementos. Ave que repta, pegaso, esfinge. Lo más parecido a volar. No depende más que de mi equilibrio y mi fuerza motriz. Limitada, apenas, por las leyes de la física.

Andar en bici nada tiene que ver con el ciclismo. El primero es arte; el otro, deporte. Andar en bici es vagar. Ir a todos lados y a ninguno. Encontrar sin buscar, por el simple gusto de avanzar. Nunca en un mismo sitio. No hay camino ni meta, sino un ansia satisfecha de voluntad.

Hay algo de anarquía en birulear. Contrasentidos, zigzag improvisado entre los autos, inquieta presencia en medio de la noche. Además, no hay ley que aplique. La autoridad enmudece ante lo inasible de su condición vehicular. Escurridiza por definición. La empujo a pie cuando es preciso confundirse entre peatones, la llevo al hombro si subo a un puente peatonal o voy al metro. Explorar otros rumbos, masticar otros asfaltos, encumbrar banquetas (cruzar viaducto montado es un manjar). Somos una unidad psico-ciclo-podal perfecta.

En cada ciclo mis alas se extienden. Puedo planear, hacer barrenas, desplegarme del camino; de sentidos, de instrucciones que seguir. No se cansa. En cierta forma es anodina. Hay quien la considera un juguete y me ve con indulgente madurez. Ignora que es el vehículo más propicio para la libertad. No en vano el florentino la usó como motor de tanto invento. Vertebral de maquinarias surrealistas, pueblan lienzos metafísicas pintoras. A veces, personaje encapotado, emerjo de tal cosmogonía. Otras me transporto entre querubes y demonios por la urbe, pedaleando mis afanes en el desierto del anonimato.



Hasta la próxima.

Los 1000 y 1 oficios

GALERÍA URBANA
1 de Mayo de 2008
Año 01, núm. 26
Por José Manuel Ruiz Regil


Lo puedes encontrar en los vagones de la línea 3 del metro Universidad-Indios Verdes. Es fácil de identificar por lo fashion de su pregón. A la manera de los locutores de radio pop. Se distingue de los demás vendedores ambulantes de discos piratas en el subterráneo por más de una razón. Su estatura y aspecto de chico clasemedia con su barba y pelo rubios desaliñados, resultan ad hoc para ofrecer los grandes éxitos de los Beatles. De su voz oirás la mejor pronunciación de los títulos y sus autores en inglés que podrás encontrar en cualquier vagón del submarino naranja. Oliver conoce su ventaja competitiva y la explota. Presencia, carisma y bagaje cultural.

Como el resto de ambulantes, también necesita un trabajo para subsistir en esta urbe. Estudiante de Historia en la U.N.A.M. donde está por terminar su licenciatura, se orienta hacia la investigación y la docencia. La necesidad de dedicarse a un trabajo productivo que no lo distraiga de la escuela le hizo volver los ojos hacia el comercio marginal. Poseedor del método científico observó, aprendió y comprobó que podía conseguir las mismas bocinas y CD portátil, con la alforja oficial de los piratas underground, en República del Salvador Num. 23. Consistente con su inquietud asistió a la reunión del gremio, pagó su cuota y ganó su espacio. Ahora, vendiendo discos a $10 gana en tres horas más de lo que ganaría al día como burócrata.
En esta ciudad donde todo se puede hasta que no se puede, a veces tiene que compartir sus ganancias con los inspectores, que un día amanecen moralistas y lo llevan al MP, donde paga el impuesto al empleo informal. Pero él lo sabe por disciplina, que “este país es así desde tiempos inmemoriales”, y lo asume como una actitud cotidiana.

Piiiiiii.... Las puertas se cierran. El gusano naranja con dirección Universidad se aleja, el joven montado en su férrea determinación continuará invitando a los usuarios a seguir disfrutando del Magical mistery tour al que le apuesta ahora su título.

La chuleta

Tic, tac, tic, tac… El metrónomo electrónico marca el tempo de la pista. Entran los violines, los teclados pregrabados. Del otro lado del vidrio, el acústico ejecuta. Carga sobre su cuerpo el más grande instrumento, contrabajo. Ataca con presteza sobre el Sol y pasa a un Fa sostenido. Cada vez más grave. La cabina resuena con el ímpetu del mastodonte. El interprete al pié de la nota desliza el arco sobre las cuerdas. La pieza apenas llega a 20 segundos.

Por razones que mezclan, providencialmente, la vocación con el negocio, coincidí en el estudio de Arturo Castro Jr. con Victor Flores, destacado músico a quien conocía por los discos “de Bach a los Beatles” y “del medioevo al danzón”, una delicia de experimento que hizo junto con otro virtuoso del aliento, Horacio Franco, donde reviven y resignifican los sonidos tanto de los instrumentos como de las melodías, en una atmósfera de cámara interior, profundamente gozosa.

Admito que no lo reconocí del otro lado del vidrio. La última vez que lo vi traía el cabello mucho más largo. Pero fue mi oído el que conectó de inmediato con su trabajo. Pensé: Esto es tema de Galería Urbana. Entre una toma y otra me metí a la cabina con él, para grabar ese áspero sonido solitario que tocaba en turno integrar al resto del Jingle. Accedió sin titubeos. A la señal de Rolando (Roly) Gómez, repitió, apenas un par de veces la frase musical antes de terminar.

Mientras el creativo Luis Mora y el “Rolas”, terminaban de integrar audio y video al comercial de Citizen, comenté un par de cosas con él en el pasillo. Obviamente pregunté ¿Cuánto ganas por un jingle? ¿Te ha tocado trabajar en algún proyecto comercial que además sea de gran calidad artística? Me cuenta que igual lo llaman para hacer una película, donde ha tenido más oportunidad de crear, que en comerciales, donde ya está todo definido y tiene que ser muy preciso. Finalmente, uno es músico y se trata de sonar. Hay que andar tras la chuleta. Lo demás es estudiar todos los días, y entregarse a la magia de la sincronicidad. Quizás no usó esas palabras, pero fue lo que leí en su mirada clara.

Integrante de la OFUNAM desde hace más de 18 años, jazzista, músico ecléctico, quien de forma dócil ha abordado la música como destino, con esa sencillez que da la disciplina y el amor al trabajo, me comenta que el sábado siguiente se presentará con Horacio Franco en Bellas Artes en un concierto de gala a propósito de los 30 años de carrera artística del flautista. Prometo conseguir boleto.

Lo acompañaba Sabina, su hijita, a quien quizás en pocos años la empecemos a escuchar en la escena musical, pues comienza a estudiar flauta con Franco. ¡Qué más quiere!

Enfundado de negro el “tololoche” se hace más evidente su volumen. Se decía hace 100 años que fotógrafo que no pudiera cargar su equipo no podía ser buen fotógrafo. Lo mismo el masajista que no puede cargar su mesa portátil, el contrabajista tampoco puede soslayar semejante compañía. ¿Cómo lo cargas? ¿Viajas en metro? ¿Traes coche? –pregunta obligada-. Ahora en un Golf. Pero igual cabía en un bocho, -contesta. ¡Le pedí su autógrafo! Quizás me vi como un grupie de Paulina Rubio, pero... me consuela saber que hay niveles. ¡Shhh!

Con toda sencillez quien considera que destacar en su disciplina “es el encuentro con la maravilla de lo inesperado”, me dedicó unas palabras e imprimó su poderosa en mi libreta de hallazgos.

Maestro de la gravedad, todo un privilegio el encuentro.

Del concierto en Bellas artes -“Prodiga excelsitud”- cuento en otro espacio.

Hasta la próxima.

Visita www.areametro.com.mx y entérate de las propuestas artísticas que se están generando en diferentes disciplinas.

Escucha: www.highprofileradio.com.mx

Conversación con una estatua

GALERÍA URBANA
16 de Abril de 2008
Año 01, núm. 25
Por José Manuel Ruiz Regil


Se ubica en cualquier lugar que quede disponible a lo largo del andador de la calle Filomeno Mata, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Hacia las diez de la mañana su cuerpo vestido únicamente con un taparrabos y zapatos está completamente untado de cromo y se prepara para una jornada de ocho horas. El zócalo o base que utiliza para posar sirve a la vez de maleta donde lleva casco, algunas figurillas que funcionan como nahuales, inciensos para obsequiar la generosidad del transeúnte y el reglamentario bote recaudador. Una vez ubicados en su posición los elementos, voltea la base y se posa en ella, a manera de escalinata. A diferencia de otras estatuas vivientes, Ecbama, guerrero Maya, héroe por partida doble en el juego de pelota, según declara su autor, realiza movimientos constantes, despliega majestad y furia animal a la vez. El pigmento cromado da a su piel una calidad extrahumana que permite admirar la desnudez con mayor objetividad. De un segundo a otro, se petrifica. Se adivina su aeróbica biología por el pulso debajo del esternón. La gente se reúne alrededor, los rumores y la curiosidad se clavan en su rostro, vestido y empuñaduras. Un voluntario se acerca y deposita unas monedas. Al sonido del metal, la estatua se anima. En un silencio estridente muestra dentadura, lanza llamaradas por los ojos, extiende los brazos y clama al donante su regreso. Si éste tiene suerte, considerará la opción y volverá a que quizás, si es mujer, aquella leyenda le tome la mano y le imprima un beso celeste en la mollera; si hombre, y no vuelve, tal vez a sus espaldas haga mofa de su poco valor con señas y provoque risas en la multitud. La cualidad de esta estatua va más allá de permanecer inmóvil en un lugar. Al contrario, su dinámica resulta mucho más atractiva que su estolidez. Conforme pasa el tiempo, en la intermitencia de acción- reposo el héroe calza su cabeza con un casco de ocelote. Este accesorio enfatiza la fiereza del personaje y resulta aún mucho más atractivo. A pesar de ello hay algo en Ecbama que sofoca su furia ancestral; un toque humano en la mirada; cierta belleza y elegancia en sus movimientos que a pesar de la crispación en garras, al extender su dedo índice y llamar al otro, promete un trato suave, dulce; un aire de fragilidad y ternura que se asoma entre sus movimientos, como un aura ausente de cariño que, tímida, aprovecha los aplausos para nutrirse.

Ecbama es Francisco Zarza, quien ha llegado a este personaje como resultado de su trabajo lírico de mimo desde hace más de tres años que empezó a crear en movimiento, inspirado por el Cirque du Soleil. Así inició dando vida a “Arlerquin”, un personaje amoroso y coqueto que conquistaba corazones en el zócalo de la ciudad hasta que los elementos de seguridad fueron relegándolo hacia las calles interiores. A decir de su autor ese personaje tuvo nuevos alcances al verse nutrido por “Solstrom” otro “Fulano”, -Quidam- del circo francés. Ahora su nueva propuesta mitológica le ha ganado un nuevo espacio a pesar de la caprichosa oficialidad que a veces lo apoya y otras lo reprime, según el estado de ánimo del comandante en turno, igual que a sus compañeros el pacheco bailarín y momo, el mimo (de siempre), quienes tienen que andar a las vivas para que no les caiga la ley (de extorsión). De esta manera Francisico se inmola día a día, confiado en que su honor mantendrá el equilibrio de la existencia, como Ecbama.




Antes de ser estatua Francisco trabajaba en la Industria manufacturera y estudiaba ingeniería. Confiesa que desde que renunció a aquello y se dedica a crear personajes en la calle es más feliz, y le va mucho mejor que a muchos de sus compañeros que ya se quedaron ahí y se conformaron con un sueldo. A veces saca más de lo que ganaba en la fábrica, a pesar de tener que lidiar con las inclemencias de la vía pública. Pero lo más importante es que se ha dado cuenta de que aunque sepa mucho de ingeniería, su verdadera vocación es ser artista.

Organilleros de México

Su nombre es Mercede López. De niña no le gustaba que su papá tocara el cilindro. Ahora lleva seis años dándole vuelta a la manivela y coloreando las calles del Centro con aires de tango, vals, balada o ranchera para “ganarse la vida”. Vestida con el uniforme color caqui que caracteriza a los hombres y mujeres que practican este oficio. Ella carga uno de los sesenta organillos alemanes que todavía perviven en esta ciudad. Su jornada es como la de cualquier otro trabajador, de ocho horas. Tiempo que pasa de pie cargando el cilindro y extendiendo la mano con la gorra para ganar un peso, cinco o quizás, una sonrisa nada más, según la poca, mucha o mediana voluntad de los paseantes. Cuenta doña Meche, de 53 años de edad, que antiguamente las camisolas tenían bordada la leyenda “Organilleros de México”, como la que conserva de su padre, pero que ahora simplemente se identifican por el uniforme, inspirado en el del áureo batallón al frente del que estaba el General Francisco Villa. Dice que la han visto extranjeros que reconocen el mueble como una joya de ebanistería y han querido comprarlo. Todavía conservan la incrustación de marquetería que dice Berlin. Pero no. El cilindro ha sido bien asimilado como la pista sonora de la cultura popular mexicana desde hace más de un siglo. “Cuando escuches este vals / haz un recuerdo de mí /piensa en los besos de amor / que me diste y que te di” (Javier Solis). Incluso, comenta que ya se están fabricando aquí. Son ocho carretes perforados como una cajita de música que al dar la vuelta al cilindro giran por dentro y hacen sonar las pipas. Mientras conversamos, procurando no sea mucho tiempo para no afectar su trabajo, en la banqueta de enfrente, su compañera, embarazada de ocho meses, extiende su gorra al transeúnte. “Caballero, damita, lo que guste cooperar para la música...”

Hoy cualquiera lleva un ipod conectado al cuerpo, y escucha sonidos de cualquier latitud. Mas en nuestras calles un eco de melancolía se mantiene vivo. Sonidos que al pasar brincan al pecho y consuelan el alma por espacio de una cuadra o más. Pasan sexenios, reacomodo de ambulantes, manifestaciones, marchas y el organillero sigue dando su cran. ¿Angeles invisibles que alivian el ánimo tumultuario con sonidos de Revolución? ¿Revuelta silenciosa que a base de arpegios contribuye al equilibrio del paisaje?

Hasta la próxima.

Primer aniversario

1 de Abril de 2008
Año 01, núm. 24
Por José Manuel Ruiz Regil


La Celebración

Estar a la expectativa del hallazgo involuntario y la sorpresa sincrónica es el espíritu que ha alentado a esta columna a cumplir su primer año de vida. Cada quince días ofrece el testimonio de sucesos impredecibles, confluencias inauditas, lo mismo que de acontecimientos programados que van formando parte de la trayectoria de diversos profesionales en las más variadas disciplinas creativas, así como de milagros urbanos que para sobrevivir han recurrido a sus talentos. Detrás de las letras está un ojo ávido y un espectador gozoso de la realidad, que no desconoce la tragedia cotidiana y se empeña en dignificarla con la palabra. A veces lanza al mar de asfalto su caña de pescar y pica dos o tres truchitas grises, no por ello menos fantásticas; otras, arroja la red y recoge variedad de especies, tamaños y colores que esperan ser dibujados en la reflexión. Quizás, Galería Urbana es resultado del ejercicio disperso que luego halló sus parentescos en “Motivos de escritura” (inédito), recuento de textos donde la poesía se da la mano con la crónica, la reflexión, el aforismo, la entrevista o la crítica de aficionado, lo mismo que con la elegía y la reseña, a partir de presentaciones artísticas y expresiones estéticas tomadas al vuelo, casi. Casi, porque el tamiz que determina el compromiso con la propuesta es la resonancia estética que genera con el autor.

El número 01 editado a principios de Abril de 2007, “Una provocación al tiempo” toma como pretexto la exposición “Del papel al muro”, del artista plástico Marco Antonio Trovamala. El 02, reseña el ritmo y candela de Puerto Candelaria en “Jazz a la Colombiana”. El 03, resalta las ventajas de los paseos culturales y dibuja los paisajes pétreos del Estado de Hidalgo, bajo el título “Bestiario mineral”. El 04, celebra el encuentro fortuito del joven guitarrista Brian Reyes en una cafetería de la Colonia Narvarte, y lo titula “Personaje en Café”. El 05, “Cinco ellas, una voz”, traspasa la cuarta pared y evoluciona al ritmo de “Impresiones en el ánimo”, cuadros de danza contemporánea hilvanados por la cultura pop. El 06, boceta recuerdos de infancia en “Las misses”. El 07, “Historias en Vplanivuelo”, recrea las múltiples posibilidades del espacio escénico, el trabajo corporal y el silencio, rescatando la imagen del payaso como un personaje más allá de la carpa. El 08, apunta hacia una poesía total, que rescata las poéticas individuales en los miércoles itinerantes de poesía y el Slam, consignándolo en “Rescatadores de la palabra”. El 09 se adentra en las entretelas de la lagunilla y devuelve instantáneas de ciudad en “Botella”. El 10 rezuma aires de marimba y botana Guatemalteca, haciendo la crónica de un entremés en “Restaurante El Portalito”. “Narices”, número 11, viaja entre vagones encontrando afinidades antropológicas y redimensionando la cordura. “Los profes, primera parte” , número 12, pretende continuar el anuario académico iniciado con “las misses” y repara en lo inacabado de la lista con una promesa de continuación. El número 13, “Los gritones”, cede espacio a la poesía urbana y vocinglera que canta a la luz, al agua y a la infancia. “Ofrenda”, número 14, rinde homenaje al padre, a través de un altar literario decorado con el papel picado del recuerdo. El número 15, “Zoon vehiculón”, entrega un estudio de la metamorfosis vial, y justifica la validez de las “neuras” provocadas por el ansia de salud y dinero –que como sea el amor va y viene-. El 16, “Viaje sónico” describe una escena antrera en el Cinco Jazz Club, y despega en fantasía, para aterrizar en el lado oscuro de Savater, así como en las creatividad reclusa y las falacias del populismo. “Pillow book”, número 17, se explica a sí mismo en uno de los filmes más comerciales de Peter Greenaway. “Los deseos de Tete”, número 18 y “Palindromas”, número 19 completan la trilogía dedicada al cine para iniciar el invierno. El numero 20 penetra en los “monólogos de la vagina”, y pretende echar una mirada al otro lado del escándalo: “Entelequia genital”. El número 21 navega por los intersticios de la Web para descubrir la promesa en línea de High Profile Radio en “Ciber-radio”. “Todos somos nacos” preludia el número 22, que luego tropieza con una instantánea obrera, y finaliza sumándose a “La marcha de la humanidad” en el Polyforum. El número 23, es un homenaje a la resistencia; reclamo de generaciones. Música y performance en Stabat Mater, “¡Vivos los llevaron, vivos los queremos!” y con “1er. Aniversario” hacemos el recuento de lo vivido.
Galería Urbana buscó la sencillez. Y aunque en un inicio pretendió ser una publicación físico-virtual, no escapó a las trampas de la impresión y la distribución física. Existe el dummie número 00 dedicado al Ensamble vocal Fuente Clara, que nunca vio la luz. Prefirió anidarse en los correos electrónicos de sus lectores y no retrasar su nacimiento. Apenas un par de plecas cuyos colores atisban su contenido y un par de hojas en word. Fue bien acogida por el boletín mensual que edita la Asociación de libreros de Querétaro “Página tras página” y han tenido la gentileza de publicarla respetando layout y combinación de colores, número a número. A su director Luis Rabell Fernández, muchas gracias. Y a Silvia González, por ser una lectora entusiasta y leal portadora de esta voz en otros foros, mi gratitud, también. Otros comentarios de sus lectores:
”En verdad logras transportar al lector”. Nora Castellanos / Asesor en seguros. “Me dejaste con el ojo cuadrado”. Pablo Boullosa /Escritor. “Gracias, ambas muy disfrutables. En particular la remembranza de buenas maestras y maestras buenas”. Jorge Valencia / Empresario en comunicación. “Gracias. Magnífico material para compartirlo con los alumnos de la UPN”. Lourdes de Quevedo / Investigadora UPN. “Me encantó tu artículo sobre el deterioro que produce el tiempo. Gracias por enviarme las interesantes Galerías.” Iliana Godoy / Poeta y catedrática U.N.A.M. “Oye, de veras me ha encantado tu Galería! Me hizo el día de mis lecturas. Por ello...gracias!” Maritere Espinoza / Curadora de arte. “Bravo, bravísimo por la Galería de Septiembre. Me sentí tele-transportado al Portalito” Antonio Beltrán / Músico-empresario. “Creo que tenemos coincidencias esenciales”. Thiago Alves / Escritor. “Está extraordinario. Me gustó mucho. Muy ingenioso”. Doménico Cieri / Ingeniero-escritor. “Muchas gracias por la nota acerca de Stabat. Se nota que checas toda la información disponible, te preocupas de comprobar los datos y documentarte mejor. Eres de los pocos escritores que conozco que lo hacen, Felicidades por eso!!!”. Eduardo Flores / Artista plástico y performance. “Ya leí tus textículos y me gustaron” Arturo Pizá / Fotógrafo. “Que tengas mucha armonía y tranquilidad para seguir escribiendo, y que la creatividad te siga favoreciendo porque es enriquecedora para nosotros” Héctor Castro / Artista plástico. “Me gustó sobre todo la cercanía, la intimidad que le brindas al lector y tu sentido del humor”. Claudia Esqueda /Artista plástica. “Debo confesar que me gusta leer tus textos. Me sorprende "la cosa" chilanga, que desde siempre me ha hipnotizado, en contraste con "la cosa" sonorense”. Adalberto Moreno / Poeta. “He estado tres veces en Guatemala (una de ellas por dos semanas) y nunca la llegué a conocer tan bien como tú. Gracias por tu mirada” Arturo Avendaño / Abogado-escritor.

A todos los que opinan y a los que desopinan... ¡GRACIAS!
Visita www.areametro.com.mx y entérate de las propuestas artísticas que se están generando en diferentes disciplinas.

¡Vivos los llevaron, vivos los queremos!

16 de Marzo de 2008
Año 01, núm. 23
Por José Manuel Ruiz Regil


Stabat Mater dolorosa Estaba la madre de dolores
iuxta Crucem lacrimosa, junto a la cruz llorando,
dum pendebat Filius. mientras su hijo pendía.

Estos versos medievales y las siguientes diecinueve tercetas atribuidas a diferentes autores del S. XIII, incluso a algunos Papas, han sido motivo de inspiración para músicos y artistas de muy diversas épocas y escuelas, que han querido traducir el más grande de los dolores humanos: la muerte o pérdida de un hijo. Acción para la cual no existe palabra en el diccionario. Bajo esta tradición el ensamble de artistas independientes formado por Lourdes Caballero (dirección musical), Norma Suárez (dirección coreográfica), y Eduardo Flores Castillo (dirección visual), propone como una magna presencia Stabat Mater Rosario de Ausencias, mujeres de piedra.
La propuesta parte de la imagen del suplicio de la Virgen María al pié de la cruz para significar el calvario de las madres que han perdido a sus hijos, a consecuencia del ejercicio de su legítimo derecho humano y civil a la disidencia, la oposición y la libertad de pensamiento, pero a los cuales el gobierno de México ha criminalizado, haciéndolos víctimas de una de las prácticas más atroces e inhumanas: la desaparición forzada, el encierro en cárceles clandestinas, el silencio, la incomunicación. Este terrosismo es una práctica extendida en Latinoamérica que no sólo ha existido durante los últimos cuarenta años, sino que sigue vigente.

Fotografía, danza, performance, canto y video basado en la obra de Giovanni Battista Pergolesi (1710-1736) en un canto solidario hacia las familias víctimas del terrorismo orgánico, que todavía buscan a sus hijos después de 29 años de desaparecidos, como es el caso de Jesús Piedra, hijo de Rosario Ibarra de Piedra, (www.eureka.org.mx), así como muchos otros, para clamar con ellos justicia; para no permitir que el olvido se vuelva resignación, y hacer de la memoria colectiva el principio de una democracia verdadera.

A los desaparecidos políticos se les define como aquellas personas comunes y corrientes que son secuestradas por el Estado porque no piensan igual que su gobernante en turno. Por eso esta obra pretende sacudir las conciencias de los ciudadanos para trascender esa vergonzosa indolencia que se pregunta “¿y yo por qué?” para cuestionarnos “¿y yo qué hago?

El lenguaje corporal trasuda la angustia de la incertidumbre, el terror y la impotencia ante el Poder pluricéfalo y su acción que todo lo copta. Evoluciones precisas que hacen carne el sentimiento. Al fondo un personaje atado al cepo armoniza con la proyección de un grabado macabro en el que se representan unos cuerpos mutilados. Piensa si valió la pena, si valdrá su vida una lucha. Se contesta que sí. Es Jesús, Pedro, José, Rosario, Luis Enrique, Humberto, Gudencio, Teresa, Mario, Wenceslao, Delia, Roque, Leonardo, Avelino, Carmen, Cruz, Crescencio, Marina, Diego, Epifanio, Villado, Petronilo, (www.hijosmexico.org) o cualquiera de los más de quinientos desaparecidos que constituyen la deuda que el gobierno tiene con el pueblo, aún.

Las voces que cantan el poema, cual Eumérides vengando el crimen, acompañan el proceso de la madre que va del desconsuelo a la alegría pesarosa con que recoge el cuerpo del cadalso y lava las heridas de su vástago, igual que a un recién nacido, indefenso, inerme. Ambos encarnan la Pasión rediviva.

Teatro que es evocación, alegoría, testimonio. Y un público que participa no sólo como espectador de un acto ajeno, a favor suyo, sino que es integrado en la mirada, a través de la ubicación de las imágenes en el espacio, y que lo envuelven como la misma realidad. Historia noticiosa; noticia históricista que viaja por el caracol del oído recreando sentimientos comunes, búsquedas colectivas, miedos soterrados, hallazgos públicos.

Mas el reclamo no para ahí. No bastará con liberar a los presos políticos. No será suficiente la presentación con vida de todos los desaparecidos, ni la cancelación de las órdenes de aprehensión y la persecución de los luchadores sociales para volver la calma a las madres; ni frenar la militarización del país, que va en aumento, ni poner un alto a la criminalización de la protesta social, principios por los que lucha el Frente Nacional contra la represión y en defensa de los Derechos Humanos, sino que habrá que crear las condiciones para que lo que hoy es una realidad, se vuelva historia negra. Pero mientras esto no se haga todos estamos en peligro de quedar como el Luterano Martín Niemoeller, quien dijo: “Primero vinieron a buscar a los comunistas, y yo no era comunista así que no hablé. Después vinieron por los socialistas y los gremialistas, pero no era lo uno ni lo otro así que no hablé. Después vinieron a por los judíos, pero yo no era judío así que no hablé. Y cuando vinieron a por mí ya no quedaba nadie que pudiera hablar por mí”. (versiones más, versiones menos. La cita también se atribuye a Bertolt Brecht).

Esta obra se presentó el 10 de Marzo en el Foro Cultural San Angel, y el 13 de marzo en el Teatro de la Juventud, con apoyo de la Delegación Alvaro Obregón. Los artistas que la integran son profesionales de la cultura comprometidos con su lenguaje y ejercen su responsabilidad social desde ahí, convencidos del poder que dan las alianzas efímeras o las autonomías interdependientes en la creación de proyectos culturales que permitan el desarrollo de los discursos estéticos comunes, sustentados en la verdad. Norma Suárez es bailarina y coreógrafa. Ha desarrollado su trayectoria en largas temporadas en Polonia, Colombia, México y otros países. Lourdes Caballero y Nancy González son egresadas de la Escuela Superior de Música del CNA y Eduardo Flores Castillo es artista visual y de performance, ha presentado su obra en numerosas ciudades de México, Estados Unidos y Sudamérica. (www.geocities/xabo_jubaa)

Para una versión del Stabat Mater de Pergolesi, ver

http://www.youtube.com/watch?v=mNt13Vw-K6Q

¡El arte es revolución o no es! Hasta la próxima

Todos somos nacos

GALERÍA URBANA
1 de Marzo de 2008
Año 01, núm. 22
Por José Manuel Ruiz Regil


Prolegómeno a un ensayo filosófico que nunca será escrito (gracias a dios)

...al menos en algunos aspectos. La naquitud consiste en aparecerse ante el otro como distinto. La diferencia confronta, cuestiona, amenaza, incomoda. A mayores coincidencias y afinidades entre los individuos, la homologación del gusto (sea bueno o malo) los cobija bajo un “status” de validez que se dan entre sí mismos. Todo lo que rebase ese círculo, o traspase esa frontera de acuerdos tácitos será calificado como extraño, ajeno, y, por lo tanto, naco. El buen gusto, por supuesto, es el propio. Todo lo demás es inadecuado, ofensivo, ridículo; de ahí su designación de impropio. Lo ridículo es lo que pone en juego la estabilidad, lo que tambalea lo establecido. Por eso provoca esa risa nerviosa que pretende decir: “yo no soy ese. No soy así”. Cuando en el fondo sabemos que sí es posible; que lo hemos sido, y que hacemos todo lo posible por no serlo.
El fomento de la individualidad es un arma de doble filo. Por un lado permite el reconocimiento de la diferencia, pero por otro celebra la irrepetible unicidad. El deseo de distinguirse entre la mayoría y conformar una minoría exclusiva no es suficiente para quedar exentos de tal clasificación (naco) ante otra minoría distinta, separada también de la gran mayoría, la cual se arrogará la cualidad de despreciar nacariamente la naquitud de grupúsculos cuantitativamente insignificantes, pero presentes. Coexisten infinidad de afinidades diversas en un mismo individuo quien, además, concibe como nacas algunas partes propias. Lo mismo hacia fuera. Reconoce afines ciertos aspectos de otros, pero juzga y discrimina otras. La naquitud no es una cuestión social, es el estigma que le pongo a lo que no es mío; a lo que no es como yo.

Brujitas

Sentadas en la jardinera, desbrozaban las ramas que luego atarían con alambre alrededor de un palo para construir, conforme a la tradición del mejor Luthier, su herramienta de trabajo. Olvídense de la estandarización y la ergonomía. La mejor medida es la que hay, y la que la artesanía del momento impone. Las tres, ataviadas de fuego, con su chaleco reflejante de barras verdes, calculaban el largo de la cabellera escobil, y se alistaban para continuar barriendo, en medio de risas y comentarios filosóficos, que escuché sin querer –lo juro-. (¿Que si es peor que te engañen con un hombre o con una mujer? Ya la pregunta asume la fatalidad y luego la disfraza con opciones. Aún así me entero que, al menos en este universo de tres, la mujer prefiere el cuerno que a un marica). De todos los parques que nos tocan (España, Michoacán, Alfonso Reyes, etc., es el México donde se encuentran mejores ramas –dice Raquel Téllez Sánchez-, moviendo la cabeza en círculo, como queriendo hacer un recorrido veloz por la zona con el mentón, mientras duran sus palabras. La escoba sirve como dos días, según su uso -continúa Ricarda Zepeda Zamora-, mirando su viejo instrumento. Depende de qué tanta basura haya. A veces hay más, a veces hay menos. Teresa Téllez Cruz nos mira, resguardada del sol, bajo la techumbre que ofrece la estructura de la banca. Sonríe y asiente a las respuestas. En la esquina de México y España, Col. Condesa, los carritos naranjas de basura se reúnen a compartir sus hallazgos en los desperdicios. Luego las tiramos a la basura, señala una de ellas al grupo de tambos encendidos, mientras afanosas, las brujitas de la limpieza, descansan haciendo adobes.

El mural más grande del mundo

Por $15.00 subo al primer piso del Polyforum y entro en la nave de 2,400 m2 donde gritan estridentes, miseria y esperanza, “La marcha de la humanidad, desde la tierra hacia el cosmos”, obra cumbre del maestro David Alfaro Siqueiros, auspiciada por el empresario Manuel Suárez, cuya inauguración en 1971 fuera suceso internacional, motivo de admiración y repudio, lo mismo que pretexto para cuestionar la fidelidad a su ideología, no solo al artista, sino al empresario, y que les valiera la crítica de sus, mutuamente excluyentes, medios sociopolíticos, sin mellar con ello su unificada visión de futuro. Binomio contradictorio que supo hallar el punto de encuentro para eclosionar sus grandezas. Escoja usted la que le venga más afín. Seis años de trabajo furioso, arrebatos, angustias, cuestionamientos, satisfacciones, renuncias, conciliaciones, dolor, para culminar la mayor superficie pintada en el planeta: 7,500m2, incluyendo los paneles del dodecaedro exterior. No sólo para satisfacer la ambición monumental de uno y favorecer el sueño de integración plástica del otro al reunir arquitectura, pintura, escultura y química en una renovación del muralismo que dispara al maestro de la piroxilina hacia otra órbita, lejos de Orozco y de Rivera. Me detengo en el módulo interactivo y designo (diseño) el ritmo en que quiero acercarme a la historia de esta Sixtina Mexicana. La voz me habla desde la pantalla contándome la cronología de su construcción y detalles biográficos de estos titanes. A mis espaldas un grupo de universitarios ocupa el espacio. Se tiran al suelo, se sientan, alzan sus cabezas, giran en derredor, queriendo asir el espíritu de tanta revolución en el cielo. Se traslapa la voz de un guía que señala las claves narrativas. La negra figura que encarna esclavitud, rostros desamparados que lo apuestan todo porque su herencia no sea la misma miseria estéril, y la decepción continua ante la mentira. Máscara cínica del demagogo, demonio insensible que engendra coraje, y lo acalla con balas y bayonetas (tan vigente). Los miedos y los atavismos, animales metafísicos que alimenta la ignorancia; aridez, muerte y milagro. Porque México lo es. Su conciencia despierta. El rostro de un nuevo ser se levanta con fuerza. Un hombre-mujer íntegro, que comprende el camino hacia la construcción de un mundo habitable y se contempla a sí mismo en medio de la naturaleza, no como recurso, sino como habitat, donde el uso de la tecnología puede abrirle dimensiones infinitas al ser. Hacia el centro de la bóveda los símbolos que se creían irreconciliables se guiñan un ojo. El águila imperial y la estrella roja de cinco picos. El primer paso en la luna, promesa de otra era en que florecerán las artes y las ciencias en armoniosa comunión. La zanja entre los opuestos se estrecha a medida que el polo femenino de la esculto-pintura ofrece sus manos en cuna y al otro extremo, lo masculino, cubre y protege. Ambos forman la esfera binaria, símbolo de unidad complementada. Para este momento se ha mezclado ya la voz de Juan José Gurrola y Ofelia Guilmain en una danza de tonalidades y pasiones que enaltecen los espíritus de los asistentes. Concluye el espectáculo de luz y sonido con la voz de maestro: “ADELANTE...ADELANTE... por este camino que es la gran aventura de nuestra vida...LA MARCHA DE LA HUMANIDAD es una marcha total, impulsada por el tremendo anhelo de superación...”.
Tocado en lo más profundo por este hallazgo revisitado, comprendo que es el escenario de mis batallas y que es menester honrar el linaje y continuar el diálogo con la historia. Rodeo, montado en bicicleta, el coloso de la Nápoles, y acuerdo con los doce temas que flanquean Filadelfia, Dakota, Maricopa e Insurgentes que volveré. Por ahora, tengo que pedalear hasta la Condesa. Es viernes y hay muchos carros que esquivar.

Visita Variopinto, el blog de jmrr (www.espacioblog.com/jmrr) y participa en el taller de escritura los Lunes a las 8:00p.m.

Ciber-radio

GALERÍA URBANA
16 de Febrero de 2008
Año 01, núm. 21
Por José Manuel Ruiz Regil


Los medios tradicionales de comunicación, cuyo “feedback”, por supuesto, es indirecto, y se traduce en cuentas por pagar, cada día desinforman más y venden su verdad a la mercadotecnia. Aíslan al público al que supuestamente están dirigidos, crean una distancia insalvable entre los estereotipos impuestos por la moda y la tambaleante identidad nacional que no sabe a qué se quiere parecer, ni tampoco está conforme con el rostro que le hereda la historia. La realidad tangible, al menos en el terreno de la opinión pública, esa que tanto se esfuerza en construir el capricho privado, comienza a desdibujarse en el paisaje cotidiano del cibernauta.
Ante esta tendencia, las posibilidades que ofrece la nueva tecnología hace tan fácil como mirar el reloj o hablar por teléfono, cargar un ipod con miles de canciones, podcasts, cine y programas interactivos de duración casi infinita; nos da la potestad de ejercer oficio ya de curadores o programadores, con propuestas dignas del público más exigente: uno mismo.
En medio de esto se construye, paralela, una comunidad virtual que busca otras opciones de entretenimiento (maldita palabra), de búsqueda de respuestas; que no está dispuesta a poner cortapisas a su expresión, ni a sus dudas, ni a los modos de decirlas; una población de arrobaspuntocom que comulgan en una intimidad compartida, traslapando latitudes y horarios para confluir en una propuesta audio-visual multidimensional; en una común-unidad determinada por el Wi-fi.

Imágenes, textos, sonido, animación. Un anonimato revelado a través de “passwords” esquizoides, “vouyerismos” tolerados, heterónimos peleando por un mismo “rating”.
Escaparates individualizados cuyo fin rebasa la satisfacción de hospedar unos ojos y una conciencia diletante al vuelo, y se conforman con saber que allá, en un lugar en el espacio, cabe la posibilidad de que alguien más lo conozca (su servidor). Botella electrónica lanzada al mar del lenguaje binario, cuyo mensaje lleva escrito con mayúsculas un desesperado ¡AQUÍ ESTOY! del sujeto contemporáneo, quien no se consuela con saber que ocupa el espacio-tiempo más intercomunicado de la historia, y sin embargo, no le queda más que auto-retro-alimentarse con sus fantasías, su esperanza globalizada y su contador de visitas que meten la nariz al sitio como quien husmea, sin dinero en la bolsa, los pasillos de una tienda de antigüedades.

Pero no todo es desolación algorítmica, ni tecnología de banda ancha para transmitir el vacío, o para traducir los adefesios del “mainstream”disfrazados de postmodernidad. Todo este marasmo también ha servido para que los utopistas se encuentren en el campo segado de la verdad más allá del dinero, y se arrostren sobre las glebas de su creatividad y compromiso con su pasión. Ejemplos hay muchos, cercanos todos, al alcance de un “enter”, mas he tenido la suerte de conocer, por delante y por detrás de la pantalla, al aire y asfixiado, un portal ecléctico y variopinto; un sitio trashumante cuya ancla se limita a su “dominio”, que siempre está con las puertas abiertas a la diversidad; con una plasticidad para adaptar las posibilidades de hacer, y adoptar las singularidades del ser con una sonrisa y un par de dados en la mano. www.highprofileradio.com cuya propuesta rebasa la promoción cultural como mera difusión de los espectáculos en cartelera y del arte como producto, y se lanza a atestiguar la urbe y el orbe, y le abre línea al quehacer cotidiano, al cultivo de la inteligencia (verdadera cultura). Comprometido con el sentido social de informar, criticar, dilucidar, consignar y proponer expresiones estéticas que reflejen las opciones de la libertad individual, con gente de a de veras, chipotudos y panzones lo mismo que pelones y operadas, con el fin de crear conocimiento –al aire- a través del diálogo espontáneo y honesto, generado ahora con la voz de una generación que construye posibilidades politécnicas en su primera juventud, o con entidades que comparten pistas para descubrir la angelitud de los escuchas. Cápsulas que develan el misterio de los códigos gastrointestinales, seguido de una propuesta de visualización para conciliar el sueño. Las hojas centelleantes del diario de un esférico preludian la bitácora de lesbos y sus intrincadas búsquedas socio-políticas. Cuentos, noticias de la trastienda de Hollywood y narraciones urbanas; servicio a la comunidad, reseñas, y la total disposición de Eddy One Kenobi, el Jedi que dirige la estación, presto y diligente para “compadecer” con una “medolía” al romántico espontáneo, con la única condición de tenerla disponible. (se aceptan archivos mp3)

Hasta la próxima.

Entelequia genital

GALERÍA URBANA
1 de Febrero de 2008
Año 01, núm. 20
Por José Manuel Ruiz Regil


“cuando los líderes de los países entiendan que las mujeres son su principal recurso natural y la energía primordial de la vida misma, las mujeres serán aquilatadas y respetadas". Eve Ensler

Shht... eso no se dice. -¡Por eso! Da pena. -Pena le debería dar no hablar de ello. -Es que es feo. Grosero. Sucio. -Qué va a ser. ¡Bueno ya! -Si. Ya. Basta de hacerse la desentendida. Usted tiene una. -¡Y a usté qué le importa, si es macho?. – Mucho.

Pie descalzo; desnudez. Negro atuendo; anonimato. Síntesis dinámica entre el erotismo delirante y la muerte por resignación. Celebración sensual de la existencia, exequias del orgasmo. Cada una de las mujeres que la han representado desde el año 2000 en México (cincuenta y nueve hasta ahora, entre actrices, comunicadoras, cantantes, sexólogas, periodistas, bailarinas, mujeres de la política y activistas sociales) ha transitado la ruta de la autonegación, el abuso, la ignorancia, y también del gozo y el paroxismo vulvar, solidarizándose con las miles de féminas que en todo el mundo todavía no saben qué significa ser persona; mucho menos ser mujer. Pero también con aquellas que lo saben bien. Y no están dispuestas a negarlo.

En Sudáfrica una mujer es violada cada 26 segundos. Una de cada tres mujeres ha sido golpeada o violada. En Filipins se estima que 300,000 mujeres son prostitutas. 130 millones de niñas han sido sometidas a mutilación genital. Son más de 400 las muertas en Cd. Juárez.

Si es cierto que el humor es negro o no es, entiendo que nos cause tanta risa la desventura. Los monólogos de la vagina permite, entonces, que la venturosa catársis sane esos espacios que preferimos ahogar como polvo bajo la alfombra, y que en la oscuridad del teatro podemos barrer.
Repudiada desde su estreno por grupos oscuros de moral dudosa. Calificada como “irreverente” ¡Qué mejor reconocimiento que este! Diríase lo mejor de la crítica para una obra de arte. El ejercicio de la cuarta pared es irreverente por naturaleza. De no serlo, se volvería panfleto.
Esta obra cuya primera puesta en escena fuera un unipersonal que desarrolló la propia autora en 1996 en el Here Arts Center de Nueva York, tuvo el Premio Obie a la mejor obra teatral de la temporada en 1997, y el Premio Guggenheim de Teatro en 1999. En México ha sido vista por más de 800 mil personas, quienes hemos podido constatar que para representarla hace falta mucho más que habilidad histriónica. Implica un compromiso personal y social.

Entre las más destacadas actuaciones se encuentran las de Diana Bracho, Silvia Mariscal, Irene Moreno, Jane Fonda, Salma Hayek, Sally Fields, Christine Latí, Lilia Aragón, Nuria Bages, Rosangela Balbo, Rocío Banquells, Alejandra Barros, Pilar Boliver, Mónica Garza, Andrea Legarreta, Diana Lein, Laura Luz, Joanydka Mariel, Beatriz Martínez, Anabel Ochoa, Dominika y Ludwika Paleta, Dalilah Polanco, Jana Raluy, María Rebeca, Patricia Reyes Spíndola, Adriana Roel, Stephanie Salas, Irasema Terrazas, Yolanda Ventura, Sofía Alvarez, Ana Karina Guevara, Andrea Legarreta, entre muchas más de igual mérito.


Desfile de intimidades públicas que conforman el día a día de una sexualidad soterrada, desde su enunciación polisémica hasta la representación de fragmentos de una realidad perversamente chusca. Anécdotas jocosas, tragedias innombrables, prejuicios inveterados. Reflexiones que ponen el dedo en la llaga del humor, y descubren el velo de la irracionalidad disfrazada de obediencia. Caras distintas, voces que revelan otras voces, cuerpos que encarnan el dolor y el placer. Asunción, negación, apropiación, expresión o sofoco. Niñas, adolescentes, mujeres maduras y ancianas que viven o han vivido divorciadas de su genitalidad y de la pérdida de identidad provocada por los estereotipos de género; lo que propicia el abuso y la degradación de la dignidad humana, a través del sometimiento a ideas y cánones que las han mantenido como objetos de placer, negando absolutamente, su calidad pensante, emocional y espiritual; cosificándolas y reduciéndolas –reduciéndose- a su mínima expresión: el sexo.

“Pelos”, monólogo donde la protagonista expone su sentimiento de vulnerabilidad y desvalor a partir de una, aparentemente, mínima concesión hacia su pareja. El precio de la libertad a cambio de un pubis pelón. “La inundación”, relato profundamente castrante; reflejo de una absoluta falta de autoconocimiento; una paradoja de fluidos contenidos. “El taller de la vagina”, una exquisita sátira llena de reminiscencias New Age, y aderezos de psicoterapia Gestalt. “¿Por qué le gustaba verla?” Un acto sublime de reconocimiento y contemplación que dignifica y embellece la relación carnal, devolviéndole su aura poética y tierna en complicidad del ojo masculino. “Mi vagina era mi aldea”, un acto de reconciliación con una misma; una manera de concebir el cuerpo como un templo donde se resguarda la conciencia más abyecta; validación del onanismo reivindicatorio. “Mi vagina está furiosa”, discurso emancipatorio contra la industria cos-médica. Manifestación univocal que denuncia la cosificación ginecéica. “La paparrucha en el país de las maravillas”, atroz recorrido hacia la recuperación de la inocencia luego de un largo periplo de vejaciones. El éxtasis lésbico es elemento catalizador de sanación. “Reconquistando el coño”, uno de los momentos cumbres de la obra; apología semántica, imantación fonética llena de cacofonías que se desgranan en su literalidad, a la manera de Apollinaire. “La vagina que amaba hacer felices a otras vaginas”, una parodia de explotación mujeril; compasión y redención, a través de un acompañamiento que promete compensar del abuso machista a las indefensas y asustadizas mujercitas, a cambio de dominación y gozos sinónimos. “Yo estaba allí”, testimonio autobiográfico de la autora del día en que nació su nieto. Instantáneas de un parto en abuela creciente. Retrato de la más satisfactoria sonrisa vertical.
Platillos principales del bufete ginofílico cuyo postre es una sinfonía de gemidos que harán vibrar al público más circunspecto, ya sea por identificación, nostalgia o aspiración. Abanico que va desde el advenedizo escalofrío al “petit mort” espasmódico. Tarea escénica que demanda una gran fortaleza física, o al menos apela a la habilidad pluriogásmica de la intérprete.
Esta entelequia genital de Eve Ensler, producida por Morris Gilbert y espectáculos OCESA, podrá verse todos los días de la semana en el Teatro del Hotel NH, Zona Rosa. Hasta la próxima.

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Palindromas

GALERÍA URBANA

15 de Enero de 2008

Año 01, núm. 19

Por José Manuel Ruiz Regil





Si uno está al pendiente de la cartelera cinematográfica sabrá que, salvo contadas excepciones (qué frase tan coloquial) no hay nada que ver en las salas comerciales. Se comprende. Ya hemos dicho que está claro que el cine (las películas de entretenimiento) son para los adolescentes. Hay que inocularlos con los mismos miedos una generación tras otra, para que no se salgan del guacal de la predecibilidad.
Sucede que de vez en vez, y esto es quizás, de-formación profesional, llama mi atención algún título, o veo un cartel que me dice más de lo que vende. Si además, se trata de una cinta no gringa, y luego me doy cuenta de que no ha tenido más que dos días de exhibición, me obstino en conseguirla. Recurro a los amigos, al videoclub y al pirata de la esquina, que es quien por lo regular me surte (aunque cada vez están más baratas las originales. Se pueden conseguir por $55.00 o $99.00 en Gandhi, Sanborns, Blockbuster o Mix up y como diría el filósofo de Guémez: “siempre es mejor lo mejor”).

De esta suerte de hallazgos ha sido “Palindromes”, de Todd Solondz (2004), director norteamericano que se ha caracterizado por elaborar una poética de lo terrible a partir de un aparente discurso rosa, que se puede confundir con una narrativa de lo más inocua, y filtrarse -como lo ha hecho- en espacios donde puede causar cierta incomodidad; esa que, sabemos, trae consigo la verdad. El humor y la crudeza que explora el autor de Happiness y Welcome to Dollshouse, se continúa en esta obra.

Solondz decide llamar las cosas por su nombre y presentarnos la otra cara del azogue. La oscura, la que no refleja; aquella en la que no nos reconocemos. Muy alejada de la burda autocrítica de un Thomas Moore, quién también en ese mismo año estrenó Farentheit 9/11. Palindromes dibuja con perversos tonos pastel y listones de seda una fuerte denuncia de iniquidades, más cercana a la ironía de Belleza americana (1999), que también es un Knock out al American way of life. Sus historias nos llevan al punto dilemático en que no se sabe si es cruel reír o estúpido llorar ante esa realidad que nos rebasa, pero que se impone como una fatalidad cultural. Tal vez sólo habría que mirar las secuencias con inocencia dominguera.

¿Qué había en la ilustración del cartél donde aparece una mujer negra y obesa arrastrando su mochila mientras se aleja por un camino flanqueado por árboles?

Palindroma es una figura retórica formada por una frase o palabra que se lee igual de izquierda a derecha o de derecha a izquierda, como: “Anita lava la tina”, “Dábale arroz a la zorra el abad”, o “Eres o no eres; seré o no seré”. Cabe recordar que en el haber nacional está la obra de Juan José Arreola con su libro del mismo nombre, donde hay una intención similar. En este caso, como una metáfora de la esencia individual.

Dice el personaje Mark Wiener (Mathew Faber): “It doesn't matter if you gain 50 or lose 50 pounds or you have sex change, what have you, all these shapes and sizes in the center is a part of ourselves that is palindromic by nature.’

Aviva, el nombre de la protagonista será el vehículo palindromático por el que viajará el deseo febril de una niña por embarazarse. Estar siempre embarazada. Así asegurará tener alguien que la quiera. Idea sintomática que en principio comienza a describir la patética perspectiva que a tan corta edad surge como una respuesta afectiva.

Y aquí no para la aparente complicación. Evocando al Buñuel de “Ese obscuro objeto del deseo” (1977) donde Angela Molina y Carol Bouquet interpretan un mismo personaje, o a Orlando (Sally Potter 1993), donde un personaje es interpretado por un hombre y una mujer a través de una historia que dura cuatrocientos años, Solondz sólo lo intenta con ocho diferentes actrices de distinta configuración social, racial, física, y cronológica (Jennifer Jason Leigh, Sharon Wilkins, cuatro niñas de edad entre 12 y 14, un niño de doce años y una niña de seis). Esto provoca un shock al principio, y más adelante, cuando tenemos que integrar esa inocente, vulnerable y afligida esencia infantil al obeso y oscuro cuerpo de la Wilkins, quien la encarna en buena parte del filme. Al pasar por ese trance, sabemos entonces que el planteamiento rebasará al sujeto para abarcarnos a todos.
Todos somos Aviva. El espectador descubrirá las simpatías que engendra con el personaje y los intérpretes, hallando distinto cariz en cada escena.

La violenta solución que imponen los padres (Ellen Barkin y Richard Masur) al embarazo no deseado (por ellos) de su hija, dispara el drama. Y a manera de un road movie, la chica prefiere vagar buscando quién la pueda embarazar de nuevo, aunque eso será imposible.

En el camino se expone a la crudeza de una realidad que va de la pedofilia al sectarismo religioso, pasando por diversos estadios donde puede reconocerse la descomposición de la moral norteamericana (y de todos los que nos reconocemos en ella por influencia), el crímen institucionalizado, los excesos, el retrato de la obesidad como una huella histérica, a partir de donde se propone el extremismo religioso como un oasis de lo posible, de la tolerancia, de la aceptación.

La familia feliz, un orfanato conformado por la más diversa mezcla de condiciones socio-culturales y discapacidades, es comandada por Mama Sunshine (Debra Monk), una mujer que fue abandonada de niña, y es por eso que vierte su frustración y su coraje ayudando a otros jóvenes a desarrollarse. Sin embargo, esta aldea de redención podría ser al mismo tiempo el recipiente del desperdicio social nutrido por los anti valores que condena.

Finalmente, Aviva, no quedará embarazada de un nuevo bebé, más sí de múltiples posibilidades de adopción afectiva donde realizar su anhelada vocación. La transformación del personaje se ha dado a través de la mortificación de su deseo.

Queda en la memoria pupilar esa sonrisa agridulce que no deja soltar el aliento sino hasta después de unos pasos luego de abandonar la sala.



Ahora también puedes acceder a otros materiales de crónica, cuento y poesía en mi blog http://www.espacioblog.com/jmrr

Espero verte por ahí. Hasta la próxima.

Los deseos de Tete

GALERÍA URBANA
1 de Enero de 2008
Año 01, núm. 18
Por José Manuel Ruiz Regil


De la trilogía del director Catalán José Juan Bigas Luna (Jamón, jamón, Huevos de oro, La teta y la luna) este último filme (1994) destaca como una obra maestra de sensibilidad. Erotismo contenido que combina la fantasía animista de un niño que negocia con la luna un poquito más de infancia para recuperar los mimos de su madre; el despertar sexual de un adolescente y su experiencia cercana con la muerte como dos presencias que expresan la pugna entre Eros y Tanatos, y la todavía rebelde resignación del amor maduro, al que no le importan los escarceos secretos de su esposa con un chaval, sino cómo afrontar su incipiente impotencia, la cual sublima a través de una demostración de poder en un espectáculo circense donde tira dardos de manera poco convencional.

Este elenco en torno a la teta de “Estrellita” (Mathilda May) va cobrando gravedad en una trama distorsionada por los ojos vírgenes de la voz narrativa: Tete (Biel Durán). Aparente perversión que limpia de prejuicios y resignifica los objetos y los actos creando una atmósfera real-maravillosa generada por la necesidad de satisfacer un deseo primario. Desbordada paleta poética que ilustra claramente el magnetismo que ejerce sobre la psique masculina el mítico seno femenino (grial, topos uranus, Arcadia de realización) para plantearlo como la Itaca soñada, destino y recompensa; acicate y conquista, e ilustrar, en esta intimidad, el mito del eterno retorno en los ciclos humanos; por metonimia, esta vuelta a la matriz que es guarida, fuente de seguridad.

A través de este viaje iniciático por la imaginación y los afectos, (no sin la complicidad deliciosa del abuelo) el infante resuelve su conflicto, que no sólo es la satisfacción de su íntimo deseo, sino la aceptación de su realidad y la continuación de su crecimiento, al acceder a una nueva etapa de autoafirmación en su vida a partir de la victoria dentro de los códigos de la tradición local-familiar.

Presa del llano

10 kms a la redonda de Villa del Carbón confluyen varios ríos en distintas presas que se han convertido en atractivo para los que practican la truticultura o pesca deportiva (¡Vaya deporte! Ha de bajar mucho el colesterol), el campismo, la caminata y, por supuesto, la contemplación. Uno de estos parques, cuya propuesta de ecoturismo pude conocer en estas vacaciones de fin de año es Presa del Llano. Sin amedrentarse por la obscuridad, la hora o el clima, la llegada es fácil si se siguen las indicaciones de la página web www.portalvilla.com.mx (y se pregunta a dos, tres parroquianos por la ruta más corta y segura).

La noche, que todo lo magnifica, abrazó el inicio de la experiencia con su cara llena de pecas. El cargamento fue aliviado por la diligencia de dos guardabosques quienes nos condujeron directamente a la cabaña 10. Esta como todas las demás forman parte del proyecto de turismo sustentable que ha desarrollado la comunidad de Villa del Carbón con apoyo del Gobierno del Estado de México. Las construcciones están hechas como terrazas voladas sobre el cerro. Sus estructuras son tablones sencillos con techo de dos aguas, con un baño completo, un sistema de letrina seca muy conveniente y agua caliente.

Dormir la incertidumbre con la certeza de que al alba la maravilla se revela, permite levantarse al otro día con la dimensión de la sorpresa que pone a cada cosa en su sitio. En este caso a una laguna con una isla al centro, y unos cerros repletos de pinos, oyameles, encinos, robles y otras variedades botánicas frente al barandal que deshiela su madrugada.

El cuerpo de agua es un espejo verdinegro que refleja los pinares, aunque también desde la superficie rasan ramas, vestigiando, quizás, el ahogamiento de un ancestro, víctima de la tala inculta en la pesquisa fácil de la leña.
Como suele pasar en estas circunstancias el refugio nocturno se vuelve poco menos que sauna al medio día donde los que tenemos complejo de oso polar preferimos no hibernar. Una caminata de reconocimiento al lugar para descubrir el arduo trabajo que ha trazado caminos (estrechos, apenas cabe un burrito o un arriero) a lo ancho de los cerros. Esto facilita el acceso a la zona de acampar. Cruzando el río se hallan terrazas y fogones dispuestos para el “picnic“, el embarcadero que seduce a tres o cuatro lanchas de remos a permanecer ahí meneando la espera, y las incontables vereditas, llanos, claros y declives que ofrecen espacios para el reposo, el escultismo, el amor, la guarapeta y el churrito.

Chucho tiene seis años a lo más, y monta a su burrito como figurita de pintura de María Izquierdo. También acarrea leña y junto con Melquíades ayudan a sus padres a sacar p´al chivo. Por la mañana la niña y la señora ofrecen atole de arroz con leche, fresa, chocolate y café de olla. Rondan campamentos y cabañas despertando las gargantas. Los días decembrinos atraen turistas de todos lados, principalmente del centro de la República. Sorprenden por su complejo de “metro”. Caray, habiendo tanto bosque y tener que hacinarse entre asadores y campañas ajenas para compartir los fuegos, los bisteces y los compases, a veces tan sin paz.
De noche se apartan los objetos, los sonidos se acercan. Los barullos del campamento vecino se mezclan como un “radioarte” al grito místico de una cuadrilla de “scouts”; los íntimos cuchicheos y las risas que crecen detrás del nylon se resguardan de los 3 grados bajo cero que promete la alta madrugada. Narices rojas, mocos escurridos, gorros, uñas de leña, espagueti al carbón y un sueño tiritando. La fogata rompe las tinieblas con sus ascuas y amenaza quemarlo todo, consumir el tiempo, abrasar el día y los últimos minutos del año viejo. Amanecen cenizas de ayer que con un soplido reviven y alimentan.

Feliz año nuevo. Hasta la próxima.

Para los desconfiados, la siguiente imprecisión: Villa del Carbón se localiza al noreste del Estado de México, en las coordenadas extremas siguientes: máximas 19º 54’ 24” latitud norte y 99º 39’ 07” longitud oeste; mínimas 19º 36’ 48” latitud norte y 99º 22’ 21” longitud oeste. Colinda al norte con el estado de Hidalgo y Jilotepec; al sur con Jiquipilco y Nicolás Romero; al este con el estado de Hidalgo, Tepotzotlán y Nicolás Romero y al oeste con Morelos y Chapa de Mota.

Pillow Book: literatura en la piel

GALERÍA URBANA
16 de Diciembre de 2007
Año 01, núm. 17
Por José Manuel Ruiz Regil

“Las palabras para la lluvia deben caer como la lluvia;
las palabras para el humo deben moverse como el humo”.


A través de la lectura que su madre hacía del libro de cabecera de Sei Shonagon, Nagiko aprende que hay cosas en la vida que vale la pena registrar a través de la escritura. Y decide hacer lo mismo a partir de los seis años. Como la antigua escritora, ella también escribe una lista de las cosas que hacen que el corazón lata más rápido; una lista de cosas que la irritan; una lista de cosas espléndidas. Sin embargo, su vida misma se convierte en una lista de cosas para recuperar la sensación de protección y totalidad que el paso de la infancia se lleva consigo. “Cuando Dios hizo el primer modelo de ser humano, pintó sus ojos, sus labios y su sexo. Y escribió en cada persona su nombre para que no lo olvidara. Y cuando Dios aprobó su creación la firmó con su propio nombre”. La bendición de su padre en cada cumpleaños cumplía con el ritual de llevar el pincel mojado en tinta china sobre sus mejillas, su frente y su boca; y para terminar, el nombre sagrado bajo la nuca. Al crecer, la obsesión por continuar con este juego la lleva a relacionarse con diversos amantes, en busca de aquel que además fuera buen calígrafo. Tras varias decepciones decide convertirse en escritora y honrar la memoria de su progenitor; deja de ser papel para convertirse en pluma. Motivada por una antigua imagen que le turba el alma, y sabiendo que le será imposible tener el favor del mismo editor que había subyugado a su padre, decide hacerlo a través de su amante, el joven Jerome (Ewan McGregor), sobre quien escribe sus libros para ser leídos en la intimidad del encuentro viril. Un triángulo de pasión y venganza que desembocará en la fatalidad de la culpa. Nagiko se compromete a enviar trece libros escritos en piel (de la inocencia, de la idiotez, de la incompetencia, del exhibicionismo, de los amantes, del amante). Mas la relación que era cómplice deviene traición y acarrea la consiguiente ruptura que, ante la fatalidad de los hechos, resulta irreconciliable. La caligrafía dérmica continúa en otros cuerpos, cada uno encarnando, a su vez, los siguientes libros ( del seductor, de la juventud, del silencio, de la traición, de las estrellas falsas y de la muerte).

El filme es una delicia visual –como suelen ser los desbordantes montajes de Greenaway-; el cuidado de los detalles en la decoración de los espacios, en los que, además, se consigue la síntesis entre los valores de oriente y occidente, sugiere el ejercicio ritual de lo cotidiano aunado al pragmatismo de la vida contemporánea. Es una propuesta que reflexiona sobre el erotismo y la escritura. Cita a la autora del primer libro de cabecera, Sei Shonagon “En la vida hay dos cosas que vale la pena disfrutar: una son los placeres de la carne; otra, los placeres de la literatura. Yo he tenido la fortuna de disfrutar ambas con la misma intensidad”.
Obedeciendo al canon del cineasta, cada escena es una bellísima composición pictórica. El uso de la luz para proyectar los ideogramas sobre los cuerpos o los muros de las habitaciones, revela la presencia del símbolo como un recordatorio del gran tema: LA ESCRITURA, como sentido de vida; como expiación, el erotismo, otra de las constantes de la poética de Greenaway. En esta ocasión es la extensión de la piel y sus repliegues que fungen como valioso papel sobre el cual se imprimen los mensajes de seducción y venganza que enlazan los dos mundos: el de la escritora y el del editor.

El libro de cabecera como objeto resulta refugio, alimento y hasta sepulcro. La pasión llevada al punto del fetiche se presenta como una vía de redención. El juego peligroso de los celos y la libertad se explora con fatal consecuencia. El final de la historia es el asumido autoescarnio para uno, mientras que para otro es la continuidad.

La imagen de la madre alimentando al hijo de un pecho del que, podemos asumir, mana tinta, es otra forma de herencia que sin importar la pluma, seguirá transmitiendo tradición.
Es esta, quizás, de las películas más digeribles del controvertido cineasta inglés (Gales, 1942) A quien se le ha acusado de ser anticinematográfico. Y es cierto que su obra está más cerca del teatro y la pintura que de los flashbacks y los bodycams; que el punto de vista de la cámara suele ser el del espectador dentro de un escenario al que, finalmente, uno acompaña; que salvo, Prospero´s Books la mayoría de sus historias son lineales; que utiliza muchos plano-secuencia, así como travellings para ir de un escenario a otro como un degradé de tonos que transforman las emociones. Mas en esta cinta el uso de recuadros en pantalla, imágenes paralelas, sobreimposiciones, recuadros que ven de diferente forma el mismo hecho, desdoblan la riqueza estética, aunada a la sincronicidad de las voces a capela que, en la más pura tradición del arte conceptual, y con esa aura doliente de ángel caído acompañan las secuencias de los amantes jóvenes. La mezcla de música tradicional China con el Beat House amalgama un Tao sonoro de gran impacto y memorabilidad.

Pillow Book es una invitación al gozo, a la sensibilidad, a la entrega del placer continuado con puntos suspensivos, a la caricia fonética que va del japonés al inglés al francés; del trazo amable de un cangi a la irreverente letra palmer con que es posible transcribir el Padre Nuestro sobre el torso desnudo y los brazos extendidos de una mujer. Con este ritmo atónito con el que nos sorprende el también director de El bebé de Macon, 1993, alimenta los sentidos y se nutre de los elementos (fuego, tierra, agua y aire), las atmósferas por lo regular intimistas que respetan el sentido de la filosofía Zen. La mayoría de las escenas transcurren en espacios cerrados provistos del mobiliario esencial para expresar el estado de ánimo de los personajes: una habitación con tatamis donde el editor lee los libros vivientes; una amplia oficina de paredes azules con un escritorio repleto de libros; una imprenta donde manos expertas encuadernan, refinan, doblan y engominan largos pliegos de papel sobre mesas largas de madera; una habitación con una cama vestida de sábanas blancas y un ropero-vitrina iluminado por dentro, habitado por instrumentos de escritura; una tina rodeada de espacio donde una pareja retoza en el agua mientras un ama de llaves hace malabares con un plato y un palito.

Una vez más Peter Greenaway cumple la promesa de ofrecernos un mundo más allá de lo vulgar; una cotidianidad sofisticada cuyos retruécanos salvan del aburrimiento ordinario tanto por lo amoral de las acciones –en ese sentido, perverso- como por el riquísimo código de símbolos, metáforas y referencias culturales que aglutina cada secuencia más allá de la historia.
Drama impredecible –condición sin equa non del autor-. Cuando uno se ha subido al tren de imágenes, sonidos, ideas de este director, magistralmente producidas por su alter ego Kess Kassander (1955), no queda más remedio que llegar a la próxima estación, donde por lo regular lo esperan el silencio, la reflexión y la automática retrospectiva; ese espacio de perplejidad que sirve para digerir los contenidos y soltar el aliento con la intención de regresar en otro momento por aquellas piezas que se perdieron en el camino, o para ejercer simplemente el arte de la contemplación sin más. Greenaway no resuelve; muestra, expresa, cuestiona. Estar en su liturgia es seguir el credo de la confrontación.

Cinta de 1996, premiada por el círculo de críticos de Cine, Londres 1997, y del premio al mejor actor británico del año, Ewan McGregor; premio al mejor director de cine 1997; mejor película y mejor foto en el Festival de Cine de Cataluña en 1996.

Viaje sónico

GALERÍA URBANA
1 de Diciembre 2007
Año 01, núm. 16
Por José Manuel Ruiz Regil


Verónica monta el banquillo marrón frente a la barra. Su ánimo se empieza a realizar cuando atiza con sus ojos el choque de colores traslucidos de las botellas, con el movimiento experto del barman. El escenario es un impasse entre las luminarias que rebotan sobre el terciopelo rojo impregnado de síncopas pasadas. El mascarón art nouveau del Zinco Jazz Club contiene su carcajada Funk, hasta las 11:00 p.m. que empieza a tocar el grupo. El bunker del contrapunto se desamodorra de rutina, y ceniza a estirar sus sentidos. Un trago para estar a tono ¿Por qué no? Whisky con Canada Dry y un solo hielo. Hay mesas redondas de primera fila, acompañadas por unas sillas de madera estilo Dick Tracy. Sobre la tarima descansan instrumentos. Promesas de un viaje sónico que no tarda en despegar. Paps toma su bebida y la lleva hasta su boca, haciendo de su movimiento un ensayo sobre la escala de sax. El vecino incógnito deviene deidad. No le hace falta un aura mística, sólo su guitarra. No conozco a este grupo, pero los siento recios –prejuicia Manny. Y lo confirma el intenso 7/8 del bataco que levanta a los “Fuscias” en vilo de tarola y contratiempo. El bajo de seis cuerdas camina y hace el escenario un carrusel percusivo.
Una corista, de contenida emoción, pecho en transpirancia, pasa una, dos, tres, cuatro rolas, todas originales, dice el vocalista. Aunque originales de otros, tercia el teclado. Vero quiere beberse de hidalgo el concierto. Alberto jubilea con Esteban haciendo un belly dance a la Valenciana, evocando sus 20 kilos menos y su descanecido cabello. Bajo el manto transparente del concierto, se desgrana en notas de agua, la rutina.

Filoctetes desgravitado

El drama clásico de Sófocles es revisado y adaptado para la escena contemporánea por el filósofo español Fernando Savater, motivado, según declaraciones a los medios, por la vigencia de la reflexión en la que un ser humano, traicionado por el orden, despojado de honor, dignidad y reconocimiento rescata como última opción un “no” por respuesta, o la muerte. Sumido en el dolor y el abandono, este héroe venido a menos descubre en ello su poder. La guerra de Toya es símbolo del eterno conflicto humano, y la reincorporación del arquero a las tropas, la condición de los Aqueos para ganarla. Este pequeño poder en manos del marginado significa esa fisura por donde el individuo puede recuperar su pertenencia - aunque sea dentro de un estado de cosas que lo hieren- o seguir abandonado. A este dilema el anti- héroe de esta historia nos da una respuesta.
La confrontación entre la experiencia como una distorsión axiológica y la habilidad para el engaño, representada por un cínico Odiseo que interpreta, digamos, de manera pastosa, Miguel Solórzano; y la juventud cuestionando su ética y valor en un cuasi andrógino Neptólemo, hijo de Aquiles, interpretado por José María Mantilla, simbolizan las dos fuerzas en tensión. Un Filoctetes desgravitado (Jorge Avalos), exento del peso sociopolítico e histórico del original, pero que se acerca al público con un cariz tragicómico hábilmente sostenido por la dirección de María Ruiz. El guión escrito en la mejor tradición Hollywoodense resalta la profundidad del conflicto ontológico de los personajes protagónicos y desahoga la tensión dramática a través de chascarrillos y acrobacias de reminiscencias Schrekianas.

Sin embargo, ante lo lejano y denso de las obras clásicas, lo aparentemente impráctico de las reflexiones metafísicas, y el analfabetismo de un público mediatizado cada vez más abúlico, me pregunto si ¿Será este tono light; esta línea autocomplaciente; esta mercadotecnia del pensamiento lo que hará que las ideas brillen y el arte se posicione como un producto más en un nicho de consumidores de cultura predigerida? No es que no lo quiera. Preocupa el facilismo que esto puede propiciar. No es lo mismo que un Savater nos adelante el trabajo, invitándonos a transitar por los caminos del pensamiento, a que pensemos que podemos evitarnos la fatiga. Sirva pues, como un estímulo para acercarse a las fuentes originales de los mitos y completar esta versión con nuestra propia lectura.

Cristo de diario-café

Era su quinta cana; su quinta vez. La de ahora por diez años. Una fue por pagador; otra por andar donde nadie lo llamaba; otra más, por andar de mensajero: la otra por venganza; y esta última porque no se dejó. La primera fueron dos años. Entonces aprendió a chambear haciendo cinturones y bolsitas, entretejiendo el aluminio flexible de las envolturas. Luego aprendió a hacer crucifijos de papel periódico enrollado y laqueados a tinta de café diluido. Fue “El pelón” quien le enseñó, un recluso que había sobrevivido tan sólo con lo que su “vieja” le llevaba cada día de visita, entre lo que se contaba su material de trabajo: Los periódicos de la semana. Leía el diario, siempre caduco, seleccionaba las noticias de homicidios, y luego hacía apretados rollitos con los que fabricaba las cruces. El cuerpo del crucifijo lo torneaba con la sección de obituarios. Hacía un pincel con un trapo viejo y barnizaba con café diluido en agua el pigmento que le daba al trabajo un aspecto de madera. Los vendía los días de visita entre la gente que platicaba en el patio. Con eso sacaba para comer y comprar los favores necesarios dentro del penal, sobornar a los custodios, la lista, la cama, comida y protección. Tenía fe en que Jesús le iba a ayudar a salir pronto de ahí. Lo sabía tan bien como quien predica con sus manos, transformando el dolor en esperanza.

Patines y tesoros
Este fin de año usted tiene dos opciones: hacer como que está en Vail y atravesar las calles del Centro Histórico hasta llegar a la pista de hielo y dar dos o tres vueltas antes de congelarse la nariz, o correr a la calle de Tabasco casi esquina con Orizaba. Ahí juntito al Centro de Shaya Michán encontrará una tienda que vende equipo para buscar tesoros. Podrá gastar parte de su aguinaldo en un detector de metal, varillas señaladoras de antiguos botines, y otras tecnologías menos sofisticadas y más encantadoras, con las que podrá ocupar el ocio decembrino. Y en una de esas encontrar un cofre con monedas de plata como el que exhibe en su vitrina este negocio con la leyenda: “incontables doblones de oro contenía en su interior”. Por anacrónicas y/o anatópicas que parezcan estas opciones, ambas son reales; las dos prometen, en menor o mayor medida, hacerlo sentir que usted no vive en este tiempo, ni en esta realidad; que es probable que nada más sea un mal sueño y que todo se resuelva derrapando el patín en la plancha, o hundiendo el pico en el sitio exacto donde el sensor le indique. Ojalá no tenga que donar parte de su hallazgos metálicos para pagar la cuenta de luz que genere el Gobierno de la Ciudad con esta ilusión burguesa.

Hasta la próxima.

Zoon vehiculón

GALERÍA URBANA
15 de Noviembre de 2007
Año 01, núm. 15
Por José Manuel Ruiz Regil

De lejano parentesco con aquel que definía Aristóteles como el organizado habitante de la Polis; éste, es un sucedáneo motorizado. Su presencia define el ritmo, longitud y apariencia de la urbe; principal habitante de las calles; víctima y predador. Se le localiza con mayor facilidad dentro de las grandes ciudades capitales. Sin embargo, su presencia alcanza aun pequeños poblados, provincias y rancherías, siempre en menor escala. Todo depende del grado de exposición que el conductor fuereño haya tenido con el tránsito de la metrópoli. De ahí sus mañas o habilidad para ganar espacio en la vía pública, sea para transitar o para abandonar su armadura móvil y convertirse en peatón. Este cambio de rol debería permitirle reconocer los errores que comete al volante. Pero al parecer no es así. Al contrario, alimenta la saña con que retoma su condición de conductor para desquitarse con el primero que se le ponga en frente, exhibiendo, casi de manera aleatoria cualquiera de los atropellos que suele caracterizar a estos personajes. Tomemos por ejemplo a Doña Inés, respetable viejecita que aborda su impecable automóvil color perla en una calle tranquila de la colonia De Valle. Una vez frente a volante, calzados los guantes de cuero y encendido el motor, comienza la transformación. Echa miradas adelante, atrás; husmea los espejos con escepticismo; embraga y volantea con una fuerza que en otra circunstancia no exhibe. Se asegura de tener el paso libre y hunde el acelerador. Ella sabe que es mayor, que recibirá consideraciones, que es probable que se distraiga. Y aprovechará su condición para abusar de la cortesía vial. Una vez en el arroyo vehicular buscará cambiarse de carril, anunciando su movimiento a los demás conductores, con la luz parpadeante direccional. Lo hace a sabiendas de que, precisamente por eso, no la dejarán pasar. Y recuerda el consejo de Chelita “aviéntales lámina”. Al llegar a la esquina quedará involuntariamente sobre las líneas cebras. Un peatón pasará rumiando maldiciones y esgrimiendo ademanes de rechazo. Ella le contestará pitando el cláxon con ilusión de que por las bocinas salgan proyectiles letales que eliminen de su vista aquel estorbo, sin tomar en cuenta que es absurdo retar a un transeúnte con 200hp (caballos de fuerza). Se quejará de que haya mucha gente en todos lados. Y que no la dejan pasar. El cambio del semáforo a verde es estímulo para llevar sus frágiles manos enguantadas al cláxon y asestar pitidos al contrincante –perdón, conductor- de enfrente que no avanza, pues va a dar vuelta a la izquierda. Una vez librado el obstáculo se alejará rugiendo máquina y mostrando su dedo cordial al incordiante. Más adelante en el camino establecerá un juego mudo de luces con un ciclista. Al no recibir respuesta, acelerará para pasar rasándolo, indignada de que un transporte tan ligero y menor le estorbe. Quizá el ciclista caiga o al menos se lleve un buen susto y parará a revisar si no le filetearon el trasero. No se arredrará ante los microbuses o taxistas. Sabe que lleva las de ganar, pues su yerno tiene influencias en la Delegación. Cualquier otro que ose ponérsele en frente será tratado como amenaza. Siempre el de adelante será un bruto. Nadie la considera. El “tráfico” será el causante de su malhumor y demoras. Y los polis, una calamidad. Hordas de infractores con licencia que entorpecen más la vialidad que aligerarla.

En estas condiciones el sujeto experimenta una extraña sensación de egocentrismo paranoico que le hace reaccionar como si el mundo entero lo acechara y quisiera sabotear su agenda. No es extraño escuchar excusas como “se me hace tarde”, “me estorbas”, “no me dejan pasar”, “hay mucha gente”. Como si uno mismo no fuera gente, estorbara al otro o no obstaculizara el deseo súbito del semejante. Pero subámonos al taxi de “el rayo”, amable setentón que ha envejecido con la urbe y sus eternos problemas. Ningún embotellamiento le secuestra la sonrisa.

Como él dice, “Si con enojos cambiara la situación, mi joven. Treinta años en este negocio. Pa qué arriesgarse uno...” Mantiene su unidad impecable, con un elegante aroma a vainilla. La franelita húmeda lista para borrar cualquier imperfección del parabrisas. La radio, su mejor compañía. Y por si no fuera suficiente, la banda civil: Voy con un 22 al 18 por 13. Mándame un 40 para La Noria, cambio. Chiflidos, albures, muestras de afecto con los colegas acompañan el trayecto. Mire nomás, pudiéndose cruzar por el puente peatonal, no, ahí se arriesgan a que los atropelle uno. Pero así es la gente. No cambia. Este animal motorizado contribuye al concierto del zoológico vial con sus graznidos, aullidos, rugidos, balidos, convirtiendo las distancias entre uno y otro sitio en una selva donde demostrar una pretendida superioridad no sólo indispensable, sino necesaria para no sucumbir ante la urgencia ajena: sublimación de las frustraciones, resentimientos y complejos que desquician el transporte particular de la urbe.
Cuestión de fe o cada quien su neura

“Conozco a esos plebeyos, soy uno de ellos”
Joan Manuel Serrat

“Si te lo tomas y no te hace nada es que no estabas enfermo. Pero es un tratamiento de por vida. No es una moda, es un estilo de vida”. Afirmaciones como estas suelen acompañar la fe que mueve montañas de billetes para quienes profesan el credo del multinivel y/o sistemas de venta en red de productos o neuras ideológicas importadas cada vez de más lejos (contribuyendo con esto al nefasto calentamiento global), para traer envasada la piedra filosofal o fuente de la eterna juventud sabor a Noni, Arándano, Xango, Calcio del pacífico, barro marino, tiempos compartidos, Yogui-lates, credos monotextuales, iluminaciones fast track, multivitamínicos, tónico cerebral o vigorizador del sistema nervioso central (cuanto mas exótico el nombre del jugo o mejunje, acrecienta su poder curativo o salvador). Antioxidantes exclusivos de otras latitudes que refuerzan, alargan, retrasan, evitan, controlan, mejoran, regeneran, mantienen prácticamente, cualquier condición biofísica y espiritual. Los grandes lo miran como un remedio para no pagar las cuentas de sus malos hábitos añejos; los jóvenes, como promesa de perpetuidad. Indulgencias a priori o a posteriori que tendrán que pagar mes a mes con sangre pascual. Lo curioso es que el merolico “new age” basa sus argumentos terapéuticos en dividendos financieros, no en exámenes de laboratorio o en evidencias biológicas. Con aire mesiánico comparte al incauto su sesuda visión empresarial, jactándose de una autosuficiencia que solo depende de la firma de su prospecto, demostrando con ello la viabilidad del negocio. Este liderazgo disfrazado de liberalidad burocrática pretende ser la imagen a replicar y el revés que resentidamente promete darle a décadas de fidelidad al reloj checador. Por eso antes de comprar o vender un milagrito, asegúresde de tener una jugosa cuenta bancaria y una buena técnica anti-estrés. O por lo menos, conozca el mecanismo bioquímico o mitológico de lo que ofrece. Y por favor no se olvide de recomendar el consumo de frutas y verduras.

Hasta la próxima.