martes, 12 de agosto de 2008

Pasaje Normandía

GALERÍA URBANA
15 de Julio de 2008
Año 02, núm. 31
Por José Manuel Ruiz Regil


El título sugeriría un recorrido por la zona noroeste de Francia, donde se hiciera referencia a una región con abundantes pastos, vergeles de manzanas y vacas paciendo, sidra y quesos fuertes. Sin embargo, me parece que el nombre de la calle en la colonia Portales Oriente que desemboca a la avenida Tlalpan donde desciende la escalinata para acceder al túnel subterráneo que cruza al otro lado, también lleva ese nombre. Y a eso me referiré en esta crónica.

Para muchos su tránsito por un paso a desnivel, quizás, hoy sea cosa del pasado. Y, si acaso, la referencia será más vehicular que andariega. Mi experiencia me remite a los paseos con mis abuelos cuando era niño. Ellos vivían en la calle Pérez de León número 124, una calle dividida por la elevación del túnel vehicular de Eje 5, paralela a Tlalpan, cerca del metro nativitas y de un Aurrerá que ahora es Wal-Mart.

Salíamos a caminar y a veces pasábamos por esos túneles oscuros, por lo regular llenos de basura e impregnados de olor a orines rancios, donde podían esconderse malandrines de moral dudosa, si no es que nula, y que uno, temerariamente, se atrevía a pasar junto a ellos mientras dormían la mona o reposaban la inconsciencia del exceso de grados Gay Lusac en su sangre, para ir del otro lado de la avenida. Pasar de la Colonia Moderna a la Postal, de Letrán a Portales para ir a parar a un mercado o a visitar a unas amistades que vivían del otro lado de la gran arteria que cruza el oriente de la Ciudad de Norte a Sur, y transporta miles de individuos en el colectivo más grande del mundo, el transporte metropolitano, la limo naranja, el metro que va de Taxqueña a Cuatro Caminos. Línea 2 para mayor referencia. La azul.

Pues ahora esos túneles de incertidumbre se han convertido en pasajes comerciales parecidos a los pasillos de cualquier mercado de la zona. Prácticamente, cada dos cuadras hay uno de esos, desde Portales hasta San Antonio Abad, donde los barandales de fierro verdepistache descarapelados comienzan a poblarse de traseros con minifaldas y a servir de soporte a la vigilia del deseo que no espera la noche para revelar sus encantos invertidos.

Cada uno especializado en ciertas mercancías y oficios. Sastrerías, papelerías, peluquerías, talleres de reparación de computadoras, relojeros, loncherías –por cierto, que las tortas de huevo con longaniza que prepara Ramón en la mañana son deliciosas- y cuantichunche uno no se imagina que va a encontrar.

A lo largo de estos pasajes subterráneos que van de oriente a poniente y viceversa, se congregan los mil oficios para ofrecer al transeúnte más opciones comerciales para su trayecto. Gelatinas, sándwiches integrales, pasadores, centros de atención Telcel, agua embotellada, curas esotéricas, velas, Tarot, quiromancia, yerberos, masajes, y, por supuesto, en ninguno falta el reglamentario altar a la virgencita de Guadalupe, nuestra santa matrona. A cual más se desquita en adornos y ofrendas, flores e iluminación. Ya sea el que está en una repisa a medio muro y de cuya base cuelga una cortina roja de terciopelo con remates dorados, y cubre la esfinge un capelo de vidrio, o la que está dentro de una casetita de herrería, cerrada con candado cuya llave controla, seguramente, el más fiel de los locatarios o quien proporcionalmente puso más billete para su construcción, y tiene una vela votiva encendida todo el tiempo. O el que alrededor de la virgen tiene algunas figurillas del niño Jesús, Juan Diego y San José, amén de las fotografías tamaño infantil, pasaporte o diploma de los familiares que más riesgo pueden correr en sus oficios y, claro, no falta tampoco el altarcito a la Santa muerte, acompañado de Malverde, el santo patrono de los amantes de lo ajeno, siempre lleno de flores blancas y rojas.

La paradoja de la inseguridad social aquí se vive claramente. Mientras con el paso del tiempo las callejuelas se han vuelto más oscuras y peligrosas, aquellos lúgubres pasillos que parecían destinados a desaparecer, pues suponían ser un hervidero de ratas, ahora son apacibles centros de comercio bien iluminados, limpios y hasta protegidos por la hagiografía más diversa, producto de nuestra superstición múltiple. En 20 años el olor a almizcle fue sustituido por el incienso, y los borrachos se volvieron microempresarios soterrados en ese reducto urbano para demostrar que la ciudad de la esperanza también florece bajo tierra.

Hasta la próxima.

miércoles, 30 de julio de 2008

Jardinería poética

GALERÍA URBANA
5 de Julio de 2008
Año 02, núm. 30
Por José Manuel Ruiz Regil


Acordaron encontrarse en el parque poco antes de las 11 a.m. para preparar el tinglado (sonido, tendidos, sillones, despachadores, sillas, agua, café, vino inteligente cosecha de la casa, libros y otros estimulantes menos biológicos y más estéticos). Todo estaba planeado, pero también todo iba a ser una gran improvisación. El jazz de la vida los había reunido en el tiempo preciso, para que cada quien hiciera su solo; sonando armoniosamente al formar el ensamble multidisciplinario que encendería ese 5 de Junio, en el Jardín Fátima de la Colonia Irrigación, la flama creativa de la renovación. “En la intimidad de tu parque”, su nombre.

Con la apertura que se requiere para hacer que las cosas sucedan, la iniciativa de Blanca Roth (poeta y actriz) de crear un espacio de poesía y música en un parque, para estimular la sensibilidad y la creatividad de los paseantes, fue adoptada inmediatamente como primer proyecto del grupo creativo sin nombre aún, iniciado por Gustavo Oñate (productor-fotógrafo), Manolo Regil (cantautor), Anna Oñate (diseñadora-fotógrafa), y Joel Quesada (productor), ambos productores y distribuidores de las postales Glypho –si las ves, cómpralas- a los que se sumaron, convencidos de que hay que hacer cultura a cualquier precio, Eric Marvaz (fotógrafo y poeta), Griselda Ruiz (artesana y cultora de orquídeas Veracruzanas), Ana Nieblas (poeta y promotora cultural), María de Jesús Villalpando (poeta y editora de Ehéccatl editor), Emilio García (poeta) y Andrés Lhima (Diseñador industrial), quien nos hizo caer de nachas en sus sillones ecológicos rellenos de PET y forrados de ese tapiz plástico característico de las bolsas de mercado. Con asas y todo. Símbolo de una mexicanidad turística “¡super nice!”. Cada uno aportando su voz, experiencia y talento para el logro de este sueño urbano.



Hacia las 11.30 a.m. se inauguró formalmente el espacio. Lo que significa que el megáfono ocupó el follaje de silencio inercial de la mañana para convocar a los paseantes. Los acordes de guitarra cayeron sus párpados a la voz del cantautor, seguidos por la voz de los poetas. Las sillas dispuestas a lo largo de la jardinera comenzaron a ocuparse por curiosos del oído y gozosos de la palabra. Como respaldo de una a otra orilla de las ramas colgaban versos blancos que la poeta Roth había instalado en un tendedero con pinzas para ropa, con la intención de que la gente se los llevara al pasar.

La primera ronda inició con Ana Nieblas. Su palabra despertó en los asistentes emociones normalmente postergadas para la noche y la intimidad. Sin embargo, el aplauso demostró que no hace falta lo oscurito para que el cuerpo sienta. Luego Ma. de Jesús Villalpando con su tono súbito a veces; otras, guerrillero, abordó temáticas de corte social con humor y ojo crítico. Hay que leer su poema “Bonsai”. La mañana de aquel sábado, cruzaba el parque hacia la iglesia, un hombre deportivo paseando un Pastor Alemán en correa. A pesar de su aparente exilio cultural, su atención no escapó a los versos. Como no lo hizo tampoco la de la enfermera que instaló a su pacientito en su silla de ruedas a unos cuantos metros del escenario. Ni la de aquella otra parejita que como que no quiere la cosa, entre besito y besito, algo comentaban también.


Un túnel de latitudes instalado por Gustavo Oñate, proyectaba la inocencia de la guerra en Irak, en una presentación fotográfica que captaba los rostros de la infancia detrás de los misiles. Paisajes de fantasía recortados por la magia del diseño. Sobre la jardinera de arrallanes un cilindro de papel kraft atenuaba la luz de la canícula anticipada, e invitaba al “voyeur” a asomarse dentro para descubrir el misterio. Hacia medio día, los que pudieron ir en paz saliendo de la iglesia, se fueron. Pero quienes prefirieron turbar su santidad se instalaron con sus trajes de quince años en las mesas-tableros de ajedrez, y echaron una partida a los sentidos. La cultura hizo enroque a su sensibilidad y no dudaron en regalar un aplauso luego de mover al peón para celebrar una actuación o algún final de verso.

Emilio García, detrás de su penumbra leyó con su acento andino ingeniosas reflexiones que no por estar revestidas de tanta cotidianidad dejan de ser profundas. Al contrario, resalta su agudeza filosófica y la reviste de ordinario haciendo de sus versos cápsulas de gran intensidad reveladora y acción prolongada. Al tomar la palabra, Blanca, revivió en sus versos emociones vividas tiempo atrás, algunas relacionadas con la vida de pareja, y otras con la búsqueda individual, pero todas amarradas al instante de vivir con pasión cada segundo, pues ante la incertidumbre del tiempo, lo que queda es presente. –“¿Qué es la poesía?” –preguntó Iker, de 5 años. Los extremos de la vida clavaron sus miradas en esa pregunta inocente. Con el micrófono en la mano Blanca remontó al origen y remató su explicación citando a Bequer: “poesía eres tú”. Con lo que el niño pareció conforme. Por un rato. Eric Marvaz compartió su poesía en prosa, en cuyas parrafadas se entreveran fantasías parecidas a las de un jardín tropical donde florecen espejismos. Los nombra soledad, ausencia, ilusión, Griselda.

Entre el verso y el obturador el artista de la luz captura momentos. Luego de un par de canciones y tres o cuatro cuentos breves de Regil, aplausos y agradecimientos, se da por concluida esta primera intervención de jardinería poética. El pequeño que había estado cavilando la respuesta pide la palabra. Su experiencia del evento es contundente, y desde su asombro participativo comparte: “La poesía es el parque. Es todas las cosas que hacemos”. Ante esas palabras el éxito es rotundo. Las representantes delegacionales, sensibles al evento, promueven el “encore”. Los asistentes intercambian arrobaspuntocom con los participantes. Surgen nuevas inquietudes, se organiza la comida. Todos ponen una mano para desvestir el parque. Entre miradas se afianza la complicidad. Los abrazos rezuman ideas para otros días. El grupo sinnombre sigue gestando su bautizo.

Hasta la próxima. (Fotos: Marvaz)

La verdad planchada

GALERÍA URBANA
15 de Junio de 2008
Año 02, núm. 29
Por José Manuel Ruiz Regil


Sobre el mostrador, dentro de una vitrina a la vista de todo público, cautivos en un conglomerado de espejos sin azogue que multiplican el original creado por Disney, doce pinochos de distinto tamaño y material mantienen la misma sonrisa inocente del diseño original. El característico copete negro, el gorro con la pluma ajustada a la cinta, la corbata de moño y el peto rojo. De plástico, “foamy”, madera, incluso de latón como el que hace de mango de campana en esa miniatura. Todos ellos han sido regalos de los clientes a los dueños de la tintorería que está en las calle de Enrique Rebsamen casi esquina con Luz Saviñón en la Colonia Narvarte, y lleva el nombre de tan entrañable personaje. De Italia, Orlando, Michoacán, y otros lugares sus clientes han traído al muñequito. Confían en que el personaje les inspire a decir la verdad, y con eso asegurar la línea recta de sus pantalones.

El dolor es temporal, el honor es para siempre

Es el lema de los gladiadores que se disputan el título de campeón mundial. Y me pregunto si será tan codiciada la fajilla con el grabado del calendario azteca reluciente como el cheque que la acompaña. Invitados por High Profile Radio tuvimos acceso al área de prensa de la sala de armas de la Magdalena Mixuca. Mismas por las que se pasaron a todos los contendientes del torneo de artes marciales mixtas de esa noche, promovidos por la empresa Maxfights. Patadas voladoras, ganchos hepáticos, mandíbulas partidas, codos, rodillas, mentadas y hasta sacadas de lengua. Todo se vale. Un deporte en el que confluyen pasión, técnica, agallas y resistencia al dolor. El que menos, salió con un ojo morado. Cuando no la nariz rota o el rostro desfigurado. Al centro de la nave el ring conforme a la más estricta tradición, con sus cuerdas elásticas color azul, rojo y blanco, representando, irónicamente, los valores de libertad, fraternidad e igualdad. Al centro del cuadrilátero un hombre canoso ataviado de etiqueta, alargaba las vocales en el micrófono, pronunciando los motes y apellidos de los luchadores. Nuestro interés era ver al Lord Kadillac. Su fama de Don Juan ya había picado anzuelo en el corazón sanguinario de nuestra compañera productora. Ibamos decididos a apoyarlo para defender su título mundial de campeón invicto. Atleta afroamericano de más de 200 libras que pelearía contra un Nacional oriundo de Tepito, no menos pesado, aunque sí más alto y amenazante. Característica que no obstó para que el Witaker de los macanazos se le lanzara a los pies, derribara a aquel Goliat arrabalero, y lo inmovilizara en menos de dos minutos, ganando el encuentro por sumisión, según el código técnico del arte de ganar dinero magullando al semejante. Siempre me ha parecido absurdo, quizás, hasta poco civilizado celebrar el encuentro de dos “seres humanos” que están ahí para golpearse mutuamente, pero entiendo que alguien tiene que pagar los platos rotos de tanto resentimiento social. Y para eso está la industria del Knock Out, del madrax legalizado, del jugar el papel de chivo expiatorio para que los demás no nos saquemos las tripas en la esquina. Y al parecer no es suficiente. Declarado campeón estallan las bocinas de la arena al ritmo de regaeton. Gesto que caracteriza al alegre y pacífico A-K41 de carne y hueso importado de San Diego. Suben al ring tres chicas a hacerle coro y festejar su triunfo. La afición aplaude, rechifla, grita, ríe. Baila con su campeón quien como talismán ondea nuestra bandera de Nacional y nos dedica su triunfo.

T.V. en botón

Parece que ha sido tal la abundancia de carcasa electrónica en los últimos años que sus moléculas se hubieran diseminado por el aire, cual polen en la primavera de la era virtual. (¿o tal vez debiera decir en el ocaso de la era industrial?) Pues en plena banqueta, sobre el callejón de Aldaco, detrás del edificio colonial que antaño ocupara el Colegio de las Vizcaínas, crece un árbol de televisiones. No digamos ya un árbol, sino un arbusto, cuya fronda ha dado en brotar una, dos o tres cubiertas de cinescopio, pantallas en botón de idiotizante fruto. Mi entrenado juicio me hace pensar que estarán sobrepuestos esos cascajos plásticos, mas a unos pasos, puedo ver la insistencia de aquella nueva especie floral. Diríanse semillas arrojadas a las jardineras, cubiertas de PC, cascarones de CPU´s, monitores ciegos pidiendo ser regados por electrones de sol. Botánica híbrida que la inepcia para reciclar ha mutado, transformando los bulbos biológicos de orgánico pistilo en bulbos de vidrio y filamento de tungsteno. Haciendo del follaje urbano basureros electrónicos integrados al paisaje.

Prismas de Newton Por Marváz

El museo El estanquillo que está sobre la Mixup de Madero en el centro histórico. Tiene una muestra de Gabriel Vargas (Familia Burrón), Rius (Eduardo del Río) y algunos otros caricaturistas mexicanos. Ojalá puedan ir a verla. Esta es una pequeña muestra de lo que podrán encontrar. No olviden cooperarse con algo en las alcancías del museo ni de subir a la terraza, ya verán por qué se los digo... Si desean la copia de una foto en tamaño natural, para imprimir en poster, sólo escríbanme diciendo cuál y se las envío. mar_vaz@live.com.mx>

El golem de Juan Hernández

GALERÍA URBANA
1 de Junio de 2008
Año 02, núm. 28
Por José Manuel Ruiz Regil


En la casi esquina de Bulgaria con Miguel Laurent, en la Colonia Letrán Valle, hay un robot que anuncia gustoso su oficio. Mofles, dice la banderita blanca con letras rojas que ondea constantemente, accionando su muñeca por una adaptación hecha a un motor de limpiavidrios. Su cabeza está hecha con un silenciador y sus ojos, dos remates de escape con un par de focos rojos de bicicleta insertados en sus oquedades. Su nombre es Igor. Algún parentesco ha de tener con el hombre de hojalata que llegó a Oz, sólo que éste ya casi echa raíz sobre la llanta de automóvil que es su base. Viste de acuerdo a la época del año. En primavera, usa overol de mezclilla, camisa a cuadros y gorra de beisbol, y en diciembre se solidariza con la histeria navideña y se calza un gorro de Santa Claus. Juan Hernández lo inventó. Es el dueño del negocio. Y seguramente, como hizo Judá León en mítica sinagoga, también instruye a su Golem con la ilusión de un día evitarse la fatiga. Mientras aquel trabajosamente logró aprender a barrer y nunca pudo hablar, este saluda al transeúnte y suelda torpemente algunas piezas cuando Juan no está. Paciente, día a día, repite su rutina, aprende los secretos del oficio, cultiva la ilusión de que un mañana le permitirá a él crear su propia ayuda a quien enseñará a menear la manita, reproduciendo en la siguiente generación las enseñanzas de su dios.

www.areametro.com.mx

Es un portal en internet a manera de revista cultural cuyo fin es difundir las propuestas creativas y estéticas que surgen en las diversas disciplinas del arte. Fundada por el Ing. Antonio Beltrán, inicialmente, como un sitio donde el público podía subir sus videos experimentales y compartirlos con una red de aficionados para retroalimentar sus experimentos, después se extendió a mostrar ejemplos literarios, musicales, plásticos, e integrar la cartelera de cine y teatro, así como noticias arrancadas a ojo de pájaro como resultado de andar con los sentidos alerta para –no buscar, sino encontrar- los lenguajes, ideas y proyectos que resultan atractivos y cuya factura garantiza la experiencia de contemplación y belleza reflexiva tan urgente en estos días.

Allí encontrarás el link a los poemas de Billy Collins (video-animación), un excelente poeta Norteamericano, laureado con el premio Mark Twain de humor en la poesía; lo mismo que el vínculo a la página web del pianista Mexicano Mauricio Nader, el catálogo de compra y/o renta de películas ligado a Amazon.com, una deliciosa selección de videos de humor donde aparecen Jaques Tati, los hermanos Marx y Charles Chaplin, por ejemplo; crónicas urbanas, reseñas periodísticas, novedades, la propuesta de desarrollo del talento en las empresas a través de la creatividad, y una gran cantidad de otras propuestas que no sólo enriquecerán tus navegaciones por las páginas culturales y artísticas de la red, sino que te permitirán interactuar y acceder a espacios individuales que podrás crear a partir de tu imaginación y gusto por el diálogo, lo simbólico, la metáfora, como puedes comprobar en www.exvoto.com, donde se ofrece la posibilidad de crear y subir tu propio exvoto e invitar a tus contactos a que lo visiten y hagan lo mismo. E incluso la creación de tu página web como una tarjeta de visita.



Este proyecto no está ajeno a las inclemencias de la economía y para que continúe y se posicione como requiere es necesaria tu participación. Puedes hacerlo a través de inserciones de anuncios, donativos en moneda o en especie, en colaboraciones y en vínculos con asociaciones y/o empresas que consideres pueden interesarse en apoyar un proyecto de esta naturaleza.

Nos ha faltado equipo para videar algunos reportajes que se enriquecerían mucho con este recurso. Así es que si quieres prestar, rentar o donar una cámara de video digital, bienvenid@. Haz tuyo este proyecto también. Y ya entrados en gastos, Galería Urbana está en las mismas. Sólo hemos anunciado que es una publicación físico-virtual y se ha quedado en lo virtual. Ya cumplimos un año y sería muy positivo poder imprimir la colección de los 24 primeros números.

Hamelin de asfalto

Angel Sixtos es heredero de la tradición musical de su abuelo Pilar Sixtos Ramírez, de origen Mije, quien dirige la banda del pueblo en el Estado de Oaxaca, y enseña música en la comunidad. Pero este nieto es más lírico y toca el clarinete. Y aunque tiene asegurada la chamba de viernes a domingo en las tocadas de su barrio en Los Reyes, La Paz, no se conforma con eso, y como un Hamelin urbano ronda las colonias del centro del Distrito Federal, con su mochila a cuestas, despertando con su aliento los ánimos del vecindario. Su dominio del instrumento es parecido al de quien ha aprendido a manejar un automóvil o a apearse a un camión. Por sus pausas y florituras a lo lejos pude confundirlo con algunos aires de música Colombiana, pero al acercarme descubrí que tocaba el corrido de Juan Charrasqueado.

Juan se llamaba y lo apodaban Charrasqueado,era valiente y arriesgado en el amor,a las mujeres más bonitas se llevaba;de aquellos campos no quedaba ni una flor.

Con ese mismo aplomo del héroe mítico, el músico de asfalto suelta mariposas con sus dedos abriendo, y cerrando las llaves de su instrumento, queriendo recoger también las flores del desierto a cambio de una pincelada de humor.


Hasta la próxima.


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Obleas

GALERÍA URBANA
16 de Mayo de 2008
Año 02, núm. 27
Por José Manuel Ruiz Regil


Mejor que la construcción que paga mal y exige mucho, o que la mesereada en Chalco, de donde es oriundo, es hacer tres horas de camino hasta la Delegación Benito Juárez con una olla de aluminio colgada a los hombros, llena de obleas; recorrer a pie de inicio a fin las calles tranquilas de la colonia del Valle o Nápoles con sus casas grandes de arquitectura californiana y esas enormes jacarandas que lilan sombra y aroman los camellones; sonando la campana Pavloviana, que apenas es un rizo de acero, y despierta con su agudo tintineo el reflejo antojadizo de la media mañana o la media tarde. De andar sereno y confiado, con la inercia de veinticinco años en el oficio, Juan, Juan González, sonríe bajo la visera de su cachucha raída. Su rostro bronceado por el sol, también se muestra sorprendido por el cambio de hábitos de la gente. “Antes llegaba acá a las 8 ó 9 de la mañana y de aquí allá, en dos cuadras ya había acabado. Ahora tengo que estar un día por acá, otro por el WTC, y otro por Taxqueña. Y cuidarme de los polis que luego nomás se acercan y quieren que les de. Pero como ellos vienen en coche y yo a pié, cuando veo que vienen por un lado yo camino para el otro. Y ya luego se cansan”. Las obleas que prepara su esposa cada noche con la mezcla precisa de anís, amaranto, harina y mantequilla forman un semicírculo perfecto, y cubren exactamente las dos mitades de la olla. Como un Bonzo peina las calles, repitiendo la letanía del antojo; sonando la campana de la serenidad. Invitando a compartir el pan de la paciencia; comulgando las distancias, hasta el día de la última cena.

Musi-cletos

Donovan fija al otro lado de la canastilla el tirante que sujeta la caja amplificadora de su guitarra. Carga en hombros la mochila militar donde lleva la Washburn y los cables repartidos en las otras bolsas. Julio pedalea con el Sax a la espalda por las calles empedradas de Coyoacán. Elegido el restaurante, ofrecen 3 ó 4 Standards de Jazz antes de hacer rodar el cuevanito entre las mesas. Lo que se recolecta va a la bolsa general y luego es repartido entre los dos músicos para afrontar cada uno los gastos que generen sus necesidades de estudio y/o seducción. Vecinos del barrio por partida doble, pues además de vivir en la colonia y andarla en bicicleta, estudian en la Escuela Nacional de Música que está en Xicotencatl, Col. Del Carmen, prueban suerte y ganan unos pesos recorriendo los muchos restaurantes de la típica zona colonial del sur de la ciudad. Guitarra y sax entre manubrios y cadenas. El ensamble crece según las necesidades de la tocada. Requisitos: Además de buen oído, tener bicicleta y buen equilibrio.

Anfibia

¡Qué privilegio ir montado en dos ruedas! Con los pies en los pedales, girando la manivela de la vida a voluntad. Sin presión ni competencia. Ninguna ley sobre mi ruta más que el albedrío. Ningún punto de referencia más que el propio. Freno. Regreso. Doy media vuelta. Camino en reversa. Las manos agarradas al manubrio comandan travesía, reflejo impredecible de mis laberintos mentales.

Me muevo de aquí a cualquier parte, por cualquier lado. La anfibia es extensión de mi cerebro, mis brazos, mis piernas, mis sueños. Su inercia obedece a mi peso. Me soporta. Lo mismo da si guío por la banqueta o por el centro de la calle. Mi bírula es medio de transporte, lenguaje, compañera. Su cadena está ligada a mi imaginación. Pedaleo, arriba abajo. El mecanismo de pensar se activa. La mente va girando con las ruedas. Hay más hallazgos dentro que fuera; más caminos que recorrer en la fantasía; horizontes avistados entre los rayos de sus ruedas, donde poder ir más lejos que esta realidad, y, quizá, más rápido.

La llamo anfibia porque a la vez que es animal de tierra también lo es de aire. Difícil distinguir la frontera entre elementos. Ave que repta, pegaso, esfinge. Lo más parecido a volar. No depende más que de mi equilibrio y mi fuerza motriz. Limitada, apenas, por las leyes de la física.

Andar en bici nada tiene que ver con el ciclismo. El primero es arte; el otro, deporte. Andar en bici es vagar. Ir a todos lados y a ninguno. Encontrar sin buscar, por el simple gusto de avanzar. Nunca en un mismo sitio. No hay camino ni meta, sino un ansia satisfecha de voluntad.

Hay algo de anarquía en birulear. Contrasentidos, zigzag improvisado entre los autos, inquieta presencia en medio de la noche. Además, no hay ley que aplique. La autoridad enmudece ante lo inasible de su condición vehicular. Escurridiza por definición. La empujo a pie cuando es preciso confundirse entre peatones, la llevo al hombro si subo a un puente peatonal o voy al metro. Explorar otros rumbos, masticar otros asfaltos, encumbrar banquetas (cruzar viaducto montado es un manjar). Somos una unidad psico-ciclo-podal perfecta.

En cada ciclo mis alas se extienden. Puedo planear, hacer barrenas, desplegarme del camino; de sentidos, de instrucciones que seguir. No se cansa. En cierta forma es anodina. Hay quien la considera un juguete y me ve con indulgente madurez. Ignora que es el vehículo más propicio para la libertad. No en vano el florentino la usó como motor de tanto invento. Vertebral de maquinarias surrealistas, pueblan lienzos metafísicas pintoras. A veces, personaje encapotado, emerjo de tal cosmogonía. Otras me transporto entre querubes y demonios por la urbe, pedaleando mis afanes en el desierto del anonimato.



Hasta la próxima.

Los 1000 y 1 oficios

GALERÍA URBANA
1 de Mayo de 2008
Año 01, núm. 26
Por José Manuel Ruiz Regil


Lo puedes encontrar en los vagones de la línea 3 del metro Universidad-Indios Verdes. Es fácil de identificar por lo fashion de su pregón. A la manera de los locutores de radio pop. Se distingue de los demás vendedores ambulantes de discos piratas en el subterráneo por más de una razón. Su estatura y aspecto de chico clasemedia con su barba y pelo rubios desaliñados, resultan ad hoc para ofrecer los grandes éxitos de los Beatles. De su voz oirás la mejor pronunciación de los títulos y sus autores en inglés que podrás encontrar en cualquier vagón del submarino naranja. Oliver conoce su ventaja competitiva y la explota. Presencia, carisma y bagaje cultural.

Como el resto de ambulantes, también necesita un trabajo para subsistir en esta urbe. Estudiante de Historia en la U.N.A.M. donde está por terminar su licenciatura, se orienta hacia la investigación y la docencia. La necesidad de dedicarse a un trabajo productivo que no lo distraiga de la escuela le hizo volver los ojos hacia el comercio marginal. Poseedor del método científico observó, aprendió y comprobó que podía conseguir las mismas bocinas y CD portátil, con la alforja oficial de los piratas underground, en República del Salvador Num. 23. Consistente con su inquietud asistió a la reunión del gremio, pagó su cuota y ganó su espacio. Ahora, vendiendo discos a $10 gana en tres horas más de lo que ganaría al día como burócrata.
En esta ciudad donde todo se puede hasta que no se puede, a veces tiene que compartir sus ganancias con los inspectores, que un día amanecen moralistas y lo llevan al MP, donde paga el impuesto al empleo informal. Pero él lo sabe por disciplina, que “este país es así desde tiempos inmemoriales”, y lo asume como una actitud cotidiana.

Piiiiiii.... Las puertas se cierran. El gusano naranja con dirección Universidad se aleja, el joven montado en su férrea determinación continuará invitando a los usuarios a seguir disfrutando del Magical mistery tour al que le apuesta ahora su título.

La chuleta

Tic, tac, tic, tac… El metrónomo electrónico marca el tempo de la pista. Entran los violines, los teclados pregrabados. Del otro lado del vidrio, el acústico ejecuta. Carga sobre su cuerpo el más grande instrumento, contrabajo. Ataca con presteza sobre el Sol y pasa a un Fa sostenido. Cada vez más grave. La cabina resuena con el ímpetu del mastodonte. El interprete al pié de la nota desliza el arco sobre las cuerdas. La pieza apenas llega a 20 segundos.

Por razones que mezclan, providencialmente, la vocación con el negocio, coincidí en el estudio de Arturo Castro Jr. con Victor Flores, destacado músico a quien conocía por los discos “de Bach a los Beatles” y “del medioevo al danzón”, una delicia de experimento que hizo junto con otro virtuoso del aliento, Horacio Franco, donde reviven y resignifican los sonidos tanto de los instrumentos como de las melodías, en una atmósfera de cámara interior, profundamente gozosa.

Admito que no lo reconocí del otro lado del vidrio. La última vez que lo vi traía el cabello mucho más largo. Pero fue mi oído el que conectó de inmediato con su trabajo. Pensé: Esto es tema de Galería Urbana. Entre una toma y otra me metí a la cabina con él, para grabar ese áspero sonido solitario que tocaba en turno integrar al resto del Jingle. Accedió sin titubeos. A la señal de Rolando (Roly) Gómez, repitió, apenas un par de veces la frase musical antes de terminar.

Mientras el creativo Luis Mora y el “Rolas”, terminaban de integrar audio y video al comercial de Citizen, comenté un par de cosas con él en el pasillo. Obviamente pregunté ¿Cuánto ganas por un jingle? ¿Te ha tocado trabajar en algún proyecto comercial que además sea de gran calidad artística? Me cuenta que igual lo llaman para hacer una película, donde ha tenido más oportunidad de crear, que en comerciales, donde ya está todo definido y tiene que ser muy preciso. Finalmente, uno es músico y se trata de sonar. Hay que andar tras la chuleta. Lo demás es estudiar todos los días, y entregarse a la magia de la sincronicidad. Quizás no usó esas palabras, pero fue lo que leí en su mirada clara.

Integrante de la OFUNAM desde hace más de 18 años, jazzista, músico ecléctico, quien de forma dócil ha abordado la música como destino, con esa sencillez que da la disciplina y el amor al trabajo, me comenta que el sábado siguiente se presentará con Horacio Franco en Bellas Artes en un concierto de gala a propósito de los 30 años de carrera artística del flautista. Prometo conseguir boleto.

Lo acompañaba Sabina, su hijita, a quien quizás en pocos años la empecemos a escuchar en la escena musical, pues comienza a estudiar flauta con Franco. ¡Qué más quiere!

Enfundado de negro el “tololoche” se hace más evidente su volumen. Se decía hace 100 años que fotógrafo que no pudiera cargar su equipo no podía ser buen fotógrafo. Lo mismo el masajista que no puede cargar su mesa portátil, el contrabajista tampoco puede soslayar semejante compañía. ¿Cómo lo cargas? ¿Viajas en metro? ¿Traes coche? –pregunta obligada-. Ahora en un Golf. Pero igual cabía en un bocho, -contesta. ¡Le pedí su autógrafo! Quizás me vi como un grupie de Paulina Rubio, pero... me consuela saber que hay niveles. ¡Shhh!

Con toda sencillez quien considera que destacar en su disciplina “es el encuentro con la maravilla de lo inesperado”, me dedicó unas palabras e imprimó su poderosa en mi libreta de hallazgos.

Maestro de la gravedad, todo un privilegio el encuentro.

Del concierto en Bellas artes -“Prodiga excelsitud”- cuento en otro espacio.

Hasta la próxima.

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Conversación con una estatua

GALERÍA URBANA
16 de Abril de 2008
Año 01, núm. 25
Por José Manuel Ruiz Regil


Se ubica en cualquier lugar que quede disponible a lo largo del andador de la calle Filomeno Mata, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Hacia las diez de la mañana su cuerpo vestido únicamente con un taparrabos y zapatos está completamente untado de cromo y se prepara para una jornada de ocho horas. El zócalo o base que utiliza para posar sirve a la vez de maleta donde lleva casco, algunas figurillas que funcionan como nahuales, inciensos para obsequiar la generosidad del transeúnte y el reglamentario bote recaudador. Una vez ubicados en su posición los elementos, voltea la base y se posa en ella, a manera de escalinata. A diferencia de otras estatuas vivientes, Ecbama, guerrero Maya, héroe por partida doble en el juego de pelota, según declara su autor, realiza movimientos constantes, despliega majestad y furia animal a la vez. El pigmento cromado da a su piel una calidad extrahumana que permite admirar la desnudez con mayor objetividad. De un segundo a otro, se petrifica. Se adivina su aeróbica biología por el pulso debajo del esternón. La gente se reúne alrededor, los rumores y la curiosidad se clavan en su rostro, vestido y empuñaduras. Un voluntario se acerca y deposita unas monedas. Al sonido del metal, la estatua se anima. En un silencio estridente muestra dentadura, lanza llamaradas por los ojos, extiende los brazos y clama al donante su regreso. Si éste tiene suerte, considerará la opción y volverá a que quizás, si es mujer, aquella leyenda le tome la mano y le imprima un beso celeste en la mollera; si hombre, y no vuelve, tal vez a sus espaldas haga mofa de su poco valor con señas y provoque risas en la multitud. La cualidad de esta estatua va más allá de permanecer inmóvil en un lugar. Al contrario, su dinámica resulta mucho más atractiva que su estolidez. Conforme pasa el tiempo, en la intermitencia de acción- reposo el héroe calza su cabeza con un casco de ocelote. Este accesorio enfatiza la fiereza del personaje y resulta aún mucho más atractivo. A pesar de ello hay algo en Ecbama que sofoca su furia ancestral; un toque humano en la mirada; cierta belleza y elegancia en sus movimientos que a pesar de la crispación en garras, al extender su dedo índice y llamar al otro, promete un trato suave, dulce; un aire de fragilidad y ternura que se asoma entre sus movimientos, como un aura ausente de cariño que, tímida, aprovecha los aplausos para nutrirse.

Ecbama es Francisco Zarza, quien ha llegado a este personaje como resultado de su trabajo lírico de mimo desde hace más de tres años que empezó a crear en movimiento, inspirado por el Cirque du Soleil. Así inició dando vida a “Arlerquin”, un personaje amoroso y coqueto que conquistaba corazones en el zócalo de la ciudad hasta que los elementos de seguridad fueron relegándolo hacia las calles interiores. A decir de su autor ese personaje tuvo nuevos alcances al verse nutrido por “Solstrom” otro “Fulano”, -Quidam- del circo francés. Ahora su nueva propuesta mitológica le ha ganado un nuevo espacio a pesar de la caprichosa oficialidad que a veces lo apoya y otras lo reprime, según el estado de ánimo del comandante en turno, igual que a sus compañeros el pacheco bailarín y momo, el mimo (de siempre), quienes tienen que andar a las vivas para que no les caiga la ley (de extorsión). De esta manera Francisico se inmola día a día, confiado en que su honor mantendrá el equilibrio de la existencia, como Ecbama.




Antes de ser estatua Francisco trabajaba en la Industria manufacturera y estudiaba ingeniería. Confiesa que desde que renunció a aquello y se dedica a crear personajes en la calle es más feliz, y le va mucho mejor que a muchos de sus compañeros que ya se quedaron ahí y se conformaron con un sueldo. A veces saca más de lo que ganaba en la fábrica, a pesar de tener que lidiar con las inclemencias de la vía pública. Pero lo más importante es que se ha dado cuenta de que aunque sepa mucho de ingeniería, su verdadera vocación es ser artista.

Organilleros de México

Su nombre es Mercede López. De niña no le gustaba que su papá tocara el cilindro. Ahora lleva seis años dándole vuelta a la manivela y coloreando las calles del Centro con aires de tango, vals, balada o ranchera para “ganarse la vida”. Vestida con el uniforme color caqui que caracteriza a los hombres y mujeres que practican este oficio. Ella carga uno de los sesenta organillos alemanes que todavía perviven en esta ciudad. Su jornada es como la de cualquier otro trabajador, de ocho horas. Tiempo que pasa de pie cargando el cilindro y extendiendo la mano con la gorra para ganar un peso, cinco o quizás, una sonrisa nada más, según la poca, mucha o mediana voluntad de los paseantes. Cuenta doña Meche, de 53 años de edad, que antiguamente las camisolas tenían bordada la leyenda “Organilleros de México”, como la que conserva de su padre, pero que ahora simplemente se identifican por el uniforme, inspirado en el del áureo batallón al frente del que estaba el General Francisco Villa. Dice que la han visto extranjeros que reconocen el mueble como una joya de ebanistería y han querido comprarlo. Todavía conservan la incrustación de marquetería que dice Berlin. Pero no. El cilindro ha sido bien asimilado como la pista sonora de la cultura popular mexicana desde hace más de un siglo. “Cuando escuches este vals / haz un recuerdo de mí /piensa en los besos de amor / que me diste y que te di” (Javier Solis). Incluso, comenta que ya se están fabricando aquí. Son ocho carretes perforados como una cajita de música que al dar la vuelta al cilindro giran por dentro y hacen sonar las pipas. Mientras conversamos, procurando no sea mucho tiempo para no afectar su trabajo, en la banqueta de enfrente, su compañera, embarazada de ocho meses, extiende su gorra al transeúnte. “Caballero, damita, lo que guste cooperar para la música...”

Hoy cualquiera lleva un ipod conectado al cuerpo, y escucha sonidos de cualquier latitud. Mas en nuestras calles un eco de melancolía se mantiene vivo. Sonidos que al pasar brincan al pecho y consuelan el alma por espacio de una cuadra o más. Pasan sexenios, reacomodo de ambulantes, manifestaciones, marchas y el organillero sigue dando su cran. ¿Angeles invisibles que alivian el ánimo tumultuario con sonidos de Revolución? ¿Revuelta silenciosa que a base de arpegios contribuye al equilibrio del paisaje?

Hasta la próxima.