GALERÍA URBANA
1 de Enero de 2008
Año 01, núm. 18
Por José Manuel Ruiz Regil
De la trilogía del director Catalán José Juan Bigas Luna (Jamón, jamón, Huevos de oro, La teta y la luna) este último filme (1994) destaca como una obra maestra de sensibilidad. Erotismo contenido que combina la fantasía animista de un niño que negocia con la luna un poquito más de infancia para recuperar los mimos de su madre; el despertar sexual de un adolescente y su experiencia cercana con la muerte como dos presencias que expresan la pugna entre Eros y Tanatos, y la todavía rebelde resignación del amor maduro, al que no le importan los escarceos secretos de su esposa con un chaval, sino cómo afrontar su incipiente impotencia, la cual sublima a través de una demostración de poder en un espectáculo circense donde tira dardos de manera poco convencional.
Este elenco en torno a la teta de “Estrellita” (Mathilda May) va cobrando gravedad en una trama distorsionada por los ojos vírgenes de la voz narrativa: Tete (Biel Durán). Aparente perversión que limpia de prejuicios y resignifica los objetos y los actos creando una atmósfera real-maravillosa generada por la necesidad de satisfacer un deseo primario. Desbordada paleta poética que ilustra claramente el magnetismo que ejerce sobre la psique masculina el mítico seno femenino (grial, topos uranus, Arcadia de realización) para plantearlo como la Itaca soñada, destino y recompensa; acicate y conquista, e ilustrar, en esta intimidad, el mito del eterno retorno en los ciclos humanos; por metonimia, esta vuelta a la matriz que es guarida, fuente de seguridad.
A través de este viaje iniciático por la imaginación y los afectos, (no sin la complicidad deliciosa del abuelo) el infante resuelve su conflicto, que no sólo es la satisfacción de su íntimo deseo, sino la aceptación de su realidad y la continuación de su crecimiento, al acceder a una nueva etapa de autoafirmación en su vida a partir de la victoria dentro de los códigos de la tradición local-familiar.
Presa del llano
10 kms a la redonda de Villa del Carbón confluyen varios ríos en distintas presas que se han convertido en atractivo para los que practican la truticultura o pesca deportiva (¡Vaya deporte! Ha de bajar mucho el colesterol), el campismo, la caminata y, por supuesto, la contemplación. Uno de estos parques, cuya propuesta de ecoturismo pude conocer en estas vacaciones de fin de año es Presa del Llano. Sin amedrentarse por la obscuridad, la hora o el clima, la llegada es fácil si se siguen las indicaciones de la página web www.portalvilla.com.mx (y se pregunta a dos, tres parroquianos por la ruta más corta y segura).
La noche, que todo lo magnifica, abrazó el inicio de la experiencia con su cara llena de pecas. El cargamento fue aliviado por la diligencia de dos guardabosques quienes nos condujeron directamente a la cabaña 10. Esta como todas las demás forman parte del proyecto de turismo sustentable que ha desarrollado la comunidad de Villa del Carbón con apoyo del Gobierno del Estado de México. Las construcciones están hechas como terrazas voladas sobre el cerro. Sus estructuras son tablones sencillos con techo de dos aguas, con un baño completo, un sistema de letrina seca muy conveniente y agua caliente.
Dormir la incertidumbre con la certeza de que al alba la maravilla se revela, permite levantarse al otro día con la dimensión de la sorpresa que pone a cada cosa en su sitio. En este caso a una laguna con una isla al centro, y unos cerros repletos de pinos, oyameles, encinos, robles y otras variedades botánicas frente al barandal que deshiela su madrugada.
El cuerpo de agua es un espejo verdinegro que refleja los pinares, aunque también desde la superficie rasan ramas, vestigiando, quizás, el ahogamiento de un ancestro, víctima de la tala inculta en la pesquisa fácil de la leña.
Como suele pasar en estas circunstancias el refugio nocturno se vuelve poco menos que sauna al medio día donde los que tenemos complejo de oso polar preferimos no hibernar. Una caminata de reconocimiento al lugar para descubrir el arduo trabajo que ha trazado caminos (estrechos, apenas cabe un burrito o un arriero) a lo ancho de los cerros. Esto facilita el acceso a la zona de acampar. Cruzando el río se hallan terrazas y fogones dispuestos para el “picnic“, el embarcadero que seduce a tres o cuatro lanchas de remos a permanecer ahí meneando la espera, y las incontables vereditas, llanos, claros y declives que ofrecen espacios para el reposo, el escultismo, el amor, la guarapeta y el churrito.
Chucho tiene seis años a lo más, y monta a su burrito como figurita de pintura de María Izquierdo. También acarrea leña y junto con Melquíades ayudan a sus padres a sacar p´al chivo. Por la mañana la niña y la señora ofrecen atole de arroz con leche, fresa, chocolate y café de olla. Rondan campamentos y cabañas despertando las gargantas. Los días decembrinos atraen turistas de todos lados, principalmente del centro de la República. Sorprenden por su complejo de “metro”. Caray, habiendo tanto bosque y tener que hacinarse entre asadores y campañas ajenas para compartir los fuegos, los bisteces y los compases, a veces tan sin paz.
De noche se apartan los objetos, los sonidos se acercan. Los barullos del campamento vecino se mezclan como un “radioarte” al grito místico de una cuadrilla de “scouts”; los íntimos cuchicheos y las risas que crecen detrás del nylon se resguardan de los 3 grados bajo cero que promete la alta madrugada. Narices rojas, mocos escurridos, gorros, uñas de leña, espagueti al carbón y un sueño tiritando. La fogata rompe las tinieblas con sus ascuas y amenaza quemarlo todo, consumir el tiempo, abrasar el día y los últimos minutos del año viejo. Amanecen cenizas de ayer que con un soplido reviven y alimentan.
Feliz año nuevo. Hasta la próxima.
Para los desconfiados, la siguiente imprecisión: Villa del Carbón se localiza al noreste del Estado de México, en las coordenadas extremas siguientes: máximas 19º 54’ 24” latitud norte y 99º 39’ 07” longitud oeste; mínimas 19º 36’ 48” latitud norte y 99º 22’ 21” longitud oeste. Colinda al norte con el estado de Hidalgo y Jilotepec; al sur con Jiquipilco y Nicolás Romero; al este con el estado de Hidalgo, Tepotzotlán y Nicolás Romero y al oeste con Morelos y Chapa de Mota.