GALERÍA URBANA
1 de Junio 2007
Año 01, núm. 04
Por José Manuel Ruiz Regil
Mis oídos no mienten. Al fondo del café escuché un barrido de cuerdas de guitarra, cuyo ritmo y repetición me parecieron bastante anti-paradigmáticos para ser un disco, y algo más que un juego pueril de un espontáneo. Noté que ninguno de los comensales aplaudía (mos). Al darme cuenta de que el intérprete estaba presente y que su música obedecía más bien al estudio clásico del instrumento, encabecé el aplauso que luego fue coreado y repetido.
Después de tres o cuatro temas me cambié de mesa, más cerca de él, para escucharlo con la atención que a mi parecer merecía. Aquel muchacho alargado, cuya mata gruesa de cabello negro como su atuendo caía sobre su espalda, se me figuró un personaje salido de un cuadro de Remedios Varo; como esos de larga barba e intenciones cabalísticas, ataviados con abrigos, que más que caminar parecen levitar sobre la superficie.
Brian recorría el diapasón haciendo invenciones y reafinaciones que extraían del hexagrama lo mismo un arlequín medieval con tintes urbanistas, arcanos policromos, o atmósferas boreales donde la evocación de la naturaleza y el folclor gaucho daban un colorido de vals volatinero a la noche niña de ese viernes que empezaba a lloviznar.
Entre uno y otro sorbo de menta que yo daba a mi infusión, esta suerte de “dibuk” musical recorría su credo autoral rezando a Villalobos, Tamez, Marcu, Brauer, Domeniconi, entre otros menos contemporáneos y más clásicos, reconocidos en una danza irlandesa, italiana o un minuet. Con el hieratismo de un monje zen, el sacerdote del diapasón iba y venía entre las escalas y la música atonal demostrando las posibilidades del único instrumento de cuerda polifónico, a decir de los expertos. Pues ni el piano puede registrar las intensidades y matices que la combinación del nylon, la madera y la prestidigitación logran en esa caja resonante; fusión de hilandero de sonidos y alquimista, que sólo la pintura surrealista mexicana ha retratado en sus alegorías cósmicas entre plumas de ave y cánticos espirituales.
Brian Reyes es un joven talento que cultiva su vocación en la Escuela Nacional de Música. Toca una guitarra modesta que le han prestado desde que la suya se rompió accidentalmente. Su maestro le ha pedido una cuyo costo es equivalente a una noche de hotel en los Emiratos Árabes. No sé a qué se deba el elevado costo de este instrumento, pero sí sé que el día que este chico ponga sus manos ahí el mundo va a ser mejor.
El, además, toca en una orquesta de guitarras y da recitales individuales. Según me platica el viernes 8 de Junio toca en un foro de la Col. Roma, y el 25 da otro recital. Se me ha ocurrido producirle un disco para que pueda promoverse mejor, y con la venta del mismo obtener recursos para comprar su guitarra, además de hacer una colecta que contribuya a ambos fines.
Puedes escucharlo los viernes de 7 a 9 p.m. en el Café Piara´s, a cuyos administradores hay que reconocer por su buen gusto musical y deliciosa carta. Está ubicado en la calle de Pitágoras 439 Col. Narvarte, donde además de tomarte un rico café o té servido en tazas enormes de cerámica de colores, te recomiendo que pidas una chapata vegetariana con papas, ¡mmmh!
¡Ah! Recuerda dejar tu cooperación en la alcancía.
Hasta la próxima.