1 de Julio de 2007
Año 01, núm. 06
Por José Manuel Ruiz Regil
Mi más lejano recuerdo es el de una señorita de jumper stretch color marrón, con peto bávaro y cola de caballo que me asiste en un trabajo manual. No sé si a ensartar las agujetas en una plantilla de triplay agujerada, o a recortar la línea punteada de alguna figura. Esto en mi segundo Kinder, el Miguel Laurent. Creo que llegué allí expulsado del Tío Polito, también en la Narvarte, porque le jalaba las coletas a las niñas. Si acaso, recuerdo un rostro adusto que atribuyo al de la Directora, una señora flaca, alta, de tez blanca envuelta en un sweater de punto blanco, y negro copete engominado. Estoy seguro de que apoyo el recuerdo en alguna foto de uno de los muchos álbumes que mis papás coleccionaron desde mi primer día de nacido.
Curiosamente, no recuerdo ningún rostro de las maestras-educadoras del México City School, donde cursé el segundo de Kinder. Quizás fue el profundo respeto que me inculcó mi padre por la imagen de la Mrs. Silva, la Directora, a quién probablemente nunca volteé a ver por temor a ofenderla con mi mirada; ni a las demás educadoras, supongo, por extensión. No estuve mucho en esa escuela, pero recuerdo bien una vez que nos llevaron a una casita de madera, tipo cabaña, y nos enseñaron a hacer cóctel de frutas. Lo digo y me inunda un aroma azucarado y se me pegostean los dedos en el teclado donde escribo.
Guardo con mucho cariño la imagen de Miss Angie, mi maestra de Pre-primaria en la Escuela Nacional Educativa. Una joven gordita de cabello negro largo y ondulado, y piel muy blanca, que usaba pantalones y una bata azul marino con ribete rojo. Casi escucho su voz elogiando mi facilidad para el dibujo y sugiriéndome que para resaltar más las figuras les dibujara siempre el contorno con lápiz negro. A ella le debo el primer secreto de todo buen ilustrador.
Marilú, se llamaba esa chica que asocio a la imagen de Farrah Fawcet y que me daba clases de inglés en primero de primaria. Rubia, delgada y moderna. Por alguna razón ella se enteró antes que yo de que éramos vecinos. Y un buen día al terminar la clase, me hizo una seña con el pulgar, que no entendí. Quiso explicarla pronunciando su equivalente fonético: “Raite”. Nada. Ni señal ni palabra me decían lo que quería. Luego aprendí que así se referían los jóvenes rebecos de los 70 a los aventones. Vivía a unas cuadras de mi edificio, sobre Vértiz, en una casa cuyo primer piso tenía un ventanal pintado de amarillo-naranja que daba a la calle. No sé si supongo o supuse que esa era su recámara. Todavía al pasar por ahí volteo a ver la ventana. Creo que fue la primera vez que me enamoré de una guera.
En ese mismo curso tenía una maestra de Español que vestía conjuntos de saco y pantalón de terlenca y se sentaba con las piernas abiertas, salivaba al hablar y tenía cara de mono. Me llamaba la atención que sudara tanto de las axilas y usara zapatos tan chiquitos.
Si alguna vez odié a alguien esa fue a la Miss Rosita. ¡Caramba! Con ella descubrí el valor terapéutico del arte. La dibujé atada a las vías del tren y a mí montado en la locomotora. Aún conservo ese cuaderno y pueden verlo. Y para que no queden dudas tiene letreritos y flechitas explicativas que revelan quién es quien. Afortunadamente, tengo mala memoria y no recuerdo porqué me caía tan mal. Supongo que me ponía en ridículo o me exigía las cosas con violencia. Soy muy sensible a eso todavía. Me parecía vulgar, fumaba, era grosera y chismosa.
En el Gardside School donde los recreos tenían la magia del tresporseisdieciocho, me acuerdo más de la maestra Paty, del otro tercero que, era más guapa que mi maestra titular, supongo, y que a veces me invitaba a jugar “Basta”, en inglés. Siempre me pareció que yo debía estar en ese grupo. No sé porqué no me cambié.
El Colegio Británico estaba sitiado por el rigor de clase y la disciplina deportiva de la Miss Alina, el Teacher Oscar y la Miss Tania, sus hijos. Cuando pienso en ellos veo a un atleta rubio en “pants” ondeando la bandera de Inglaterra. Debo a Miss Tania mi afición por las palabras compuestas, pues una vez que se agachó a revisar la lección en mi cuaderno aprendí el significado de “open mind” y “topless”.
La Miss Margarita con su agria exigencia y bondadosa corrección me enseñó Matemáticas y Español. Cuando salí de sexto escribió en mi cuaderno una frase que no sé si le he hecho honor alguna vez: “El mundo es de los audaces”. La Miss Maricarmen era una señora tierna, de unos hermosos ojos azules, muy maternal y paciente, que se ceñía al programa de inglés al pié de la letra. Con ella aprendí el poema “Peter Pumkin”. La Miss Marilyn, una mujer alta, de mirada sagaz y sonrisa perenne, muy al estilo de Kate Jackson cuando hacía de Sabrina, en la serie Los Angeles de Charlie. Ella nos enseñó a cantar en inglés “Top of the world”, “Raindrops” y algunas otras de los Carpenters.
Al entrar a la Secundaria del Instituto México la planilla de maestros creció geométricamente. Ya hablaré de los ellos en otra ocasión, pues abundaron desde entonces hasta la fecha y merecen justo tratamiento aparte. Ahí empezaron los apodos: La Burra, nos daba música. Ignoro por qué le llamaban así. ¿Sería porque tocaba la flauta? Yo era muy “Nerd” entonces para atreverme a pronunciar esos motes, o a inventarlos (luego se me quitó). Pero recuerdo la razón por la que a otra maestra, la de Historia Universal, le decíamos la seno-zoica. Pienso que Madona se inspiró en su corsé para exhibir lo que ella cubría con religioso pudor. Marisol daba Historia de México. Ella era verdaderamente guapa, egresada de la Ibero, tenía un Atlantic azul cielo y vivía en la misma manzana que yo, cerca de la SCOP. Así es que a veces salíamos montados en su Pegaso azul, despertando la envidia de todos esos patanes carroñeros que la miraban con lascivia en el salón, mientras ella escribía en el pizarrón las fechas del período clásico y post-clásico, meneando involuntariamente las caderas. No sé porqué, pero esa materia, nunca se me dio.
¿Qué hubiera sido de mi relación con la bioquímica años después si no me topo con la bondadosa y tolerante Maestra Marusa Ruiz (además tocaya de apellido), en el C.U.M. quien me explicara con peras y manzanas las valencias y balances inorgánicos de los elementos? Agradezco a ella y a su seriedad compasiva las horas de asombro que me han permitido hacer un viaje lleno de sorpresas desde el ciclo de Krebs hasta la intimidad de la biología ortomolecular.
Una mujer sombría, de tez cetrina y ocre cabellera me impartió Ética en segundo año de prepa. No recuerdo su nombre. Pero no olvido su mirada olivo y sus labios color palo de rosa. Tenía un hablar pausado y una muy particular pena escondida entre sus pasos. Mi respeto silencioso a esa tristeza, creo -siempre lo creí- me unía a ella en una especie de complicidad no pedida.
Espero que ya hayan cambiado el sistema de exención en las escuelas no bilingües, pues lejos de estimular el aprendizaje de los que dominan el anglo, les quitan la oportunidad de seguir practicando lo que saben. Luego de exentar cinco años la materia, el último de bachillerato, tuve que cursarlo. Fue bueno pues conocí a Miss Dorothy. Creo que fue mi primer contacto con la sofisticación desfachatada de una mujer madura, que daba clases por “hobby” o como una solución emergente; que le gustaba leer y conocía de autores; que seguramente vivía en Polanco y tenía una Mezuzá en el quicio de la puerta de entrada a su casa.
El paso a la Universidad trajo nuevas guías, que más tarde se volvieron colegas y algunas aún siguen compartiendo su experiencia con el mismo entusiasmo, amor y alegría que cuando las conocí en el salón de clase. Ejemplos vivientes de ello son Regina Elías Kuri, a quien recuerdo especialmente por su mirada fraterna y el tema de “Caricias” en Psicología. Paty Bolaños, por su buen humor, creatividad chabacana y compromiso profesional. Vicky Rodríguez, por su pasión por sacarle jugo a la vida y develar los misterios de la luz. A todas ellas, mi más extensa gratitud.
( Cualquier similitud de los personajes con la realidad es mera coincidencia. Lo escrito en esta Galería es responsabilidad de quien la firma y de quien la lee. Presione Salir si es menor de 18).