15 de Julio de 2007
Año 01, núm. 07
Por José Manuel Ruiz Regil
Dos personajes en escena. No por vestir con parches, calcetines de colores y usar nariz roja los llamaría, precisamente, payasos, pues un aire de pilotos los delata como soñadores. Me quedo con la idea de dos entrañables seres que nos invitan a acompañarlos en un mundo insólito de íntima belleza. El y ella representan dos energías, el uno y el otro, enfrentándose juntos, a veces, al problema de un objeto, nada más. Emociones prístinas generadas a partir de problemas básicos de interpretación del mundo concreto, manifiesto únicamente en ese instante, cuya mezcla de sonidos, espacios, silencios, sugiere respuestas insólitas, articuladas a través de cuadros dancísticos de impecable factura.
Rodeados por un escenario virtual con el que interactúan, enganchan la atención del público infantil y adulto, a través del lenguaje del cuerpo. La música, co-protagonista en escena, transporta hacia un espacio interior que hay en todos nosotros, donde la inocencia, el asombro, las múltiples posibilidades creativas para enfrentar lo desconocido nos recuerdan esa primera experiencia humana, cuando aún ni el lenguaje existía.
Acuerdos, desacuerdos, rivalidad, camaradería, surgen entre ellos dos, quienes van desplegando diversas reacciones ante lo que podría significar un sentido existencial. Cajas, escaleras y globos, símbolos que entrañan entre otros significados arquetípicos, misterio, aspiración y gozo.
Poesía visual en triciclo; algarabía silenciosa de dinámica ternura, juguetona evolución de la conciencia que no requiere más que observación e inocencia. Detrás de las máscaras contemporáneas atisbo el mito de Adán y Eva en el Paraíso. Sólo que en esta historia no hay prohibición, ni redención ni castigo. Todo es posible en el universo creativo, incluso la felicidad.
Propuesta escénica de Emiliano Cárdenas y el grupo Triciclo Rojo que se presenta los fines de semana en el Teatro de la Danza. www.triciclorojo.com
El convidado de letras
Fotos, Lucha y Rock n’ Roll
Salvador Chávez Urbina (15 años)
Domingo 24 de junio… recordado por muchos como el día que nuestra selección de México perdió (otra vez) contra la de Estados Unidos, pero ese es otro tema. Aquel día no era un domingo cualquiera. El Auditorio Nacional fue testigo del más grande evento de fotografía y lucha libre jamás visto (sin mencionar que, creo yo, ha sido el único así). ¿Por qué? Bueno, al menos yo nunca había visto un ring en la explanada del Coloso de Reforma con gente que brotaba por todos lados para ver a figuras como Blue Demon, Rayo de Jalisco, Sombra, entre muchos otros luchadores. Y como dice la famosísima canción: “La arena estaba de bote en bote, la gente loca de la emoción” En este caso la emoción fue doble, ya que, además de ver a estas figuras del pancracio mexicano, también se encontraron otras que no tenían mucho que ver con la lucha libre, y me refiero a la música.
Minutos después de que la última lucha se llevara a cabo en el cuadrilátero, a unos metros de ahí se colocó un escenario que recibiría a los creadores de “Guacarock”, Botellita de Jerez. Así se cerró este magno evento de fotografía (que era la causa principal) al son del “Guacarock del Santo”, del “Alarmala de Tos” entre muchas otras canciones.
También hay que mencionar que se encontraron ahí personalidades especiales como Cha! (bajista de Fobia y Moderatto), Cecilia Tussaint, Edith González, Luis Roberto Guzmán, y Deborah Holtz.
Hubo dos “escenas” ese día que me marcaron mucho: la primera me hizo relacionar varias cosas, ya que donde estaba Cha! era la zona VIP en donde, para acceder había que traer un brazalete (el cual por una extraña coincidencia un chavo me regaló).Ustedes imaginarán a una gran bola de personas pidiendo entrar para saludar al famoso músico. Sin embargo, el guarura que cuidaba ahí se negaba a dejarlos pasar.
Y hace un momento decía que eso me hacia relacionar varias cosas porque, aunque aquí fueran chavos que querían ver a un músico, los viernes por la noche se puede apreciar a muchos chavos “nice” que piden al cadenero chance de entrar al antro.
Otra escena que me marcó mucho fue que, ya que Botellita de Jerez había terminado de tocar, la gente corrió a pedirles fotos y autógrafos. Fue ahí que, apretado entre toda la gente casi sin poderme mover, vi a otro muchacho que adornó su cuerpo con varios tatuajes. Pero no tatuajes con figuras comunes, sino que todas esas marcas eran máscaras de luchadores, de las cuales recuerdo estaban la de “Dr. Wagner”, “El Santo” y varias mas.
Hasta la próxima.