15 de Junio de 2007
Año 01, núm 05
Por José Manuel Ruiz Regil
No había visto un espectáculo tan completo desde la temporada de Teatro del Cuerpo en Septiembre de 2003 (La referencia no pretende dar fe del panorama cultural, sino de la poca frecuencia con la que he asistido a presentaciones escénicas, últimamente).
Cinco bailarinas representan decenas de imágenes tomadas de la realidad. Se transforman en protagonistas de la ordinariez más significativa y la tratan con humor, coqueteo, fiesta y un lenguaje contemporáneo muy cercano al público. (hablo como representante de ese grupo). El programa advierte que las escenas serán presentadas sin orden de aparición. Así tenemos La vida. Caminos que se bifurcan. Impresiones en el ánimo. Misteriosos patrones de comportamiento. Felicidad. Soledad. Sucumbir. La muerte.
Todas estas atmósferas expresadas a través de la plasticidad de cinco cuerpos femeninos, voces femeninas, miradas femeninas que juegan con el espacio; cinco sillas blancas, un manto suspendido como escenario, que se desdobla y las acompaña vistiéndolas o descubriéndolas, según el caso, haciendo de la tramoya un personaje más; música y proyección. El guión final, resultado de un hilvanado de otros guiones, mantiene una solidez que se descubre desde el inicio. Dolores privados, consuelos públicos; intimidad colectiva; mediatización del anonimato; un grito en busca de sentido en medio de la masificación, la prisa, la burocracia, el tener que, y las pulsiones de la naturaleza. Estampas urbanas, mosaico de morfologías poblacionales, espiritualidades manifiestas, agrupaciones desoladas; sensualidad monumental, acrobacia, canto. Y algo que se agradece ante los traspiés institucionales, “timming”.
No adelantaré la forma en que integran las experiencias y presencia de los asistentes. Sólo reconoceré su habilidad para lograrlo de manera amable y sorpresiva.
Convergencia multidisciplinaria donde el trabajo corporal, vocal, teatral y multimedia se combina para hacer una crítica light (y lo apunto como valor) y testimonio de las cosas importantes que por mínimas pasan desapercibidas; por repetidas, pueden desaparecer; por multiplicadas, se anulan, pero que forman parte de la cotidianidad y cuyo simbolismo nos devuelve su significado y revitaliza la acción diaria.
Hay una secuencia donde una de las cinco ellas se desdobla en varias personalidades, bautizando sus movimientos con el nombre, y el rol del referido, haciendo alarde de un ritmo y una gracia similar a las animaciones llamadas murfs que podemos ver en un videoclip bien producido. Hace un collage de gestos, voces y ademanes que más que representación, yo diría, es una verdadera transformación del ánima.
Con una eficiente coordinación en las coreografías (raro en México), el balance protagónico que tiene cada una está muy bien equilibrado con su parte de coro, y ninguna destaca por sobre las demás. El quinteto es un solo cuerpo que se desplaza por el escenario con una autonomía colectiva digna del más amplio aplauso.
Espectáculo de hora y pico, profundo y ligero, Impresiones en el ánimo, poesía visual a cinco cuerpos, de Jessica Sandoval y Gerardo Trejoluna, se presenta en el Centro Cultural Universitario. Yo la vi un domingo en la tarde. Pero hay más horarios.
www.impresionesenelanimo.com
Ráfagas de Metrobús
Desde el andén de la estación La Piedad puede verse sobre Insurgentes, en los carriles que van de sur a norte, una vidriera que ostenta el título de un Médico de nombre Numa Pompilio Castro. Al leerlo me fue imposible ubicar su especialidad, pues la sonoridad de su apelativo me sugería que podría ser Neumólogo, por su nombre de pila; proctólogo por parte de padre o Verdugo, por parte de madre. Sugerimos al eximio Galeno que exhibe su nombre tan orondo, con todo el respeto que nos merece, especifique su materia para evitar confusión entre su clientela.
Hasta la próxima.